Ya era hora de que se estrenara en salas una película del gran Lee Chang-dong, cineasta surcoreano que, aunque desconocido por esta región, es un aclamado novelista que llegó a ser Ministro de Cultura de su país. Una invitación a revisar su filmografía: el hombre viene filmando sistemáticamente obras maestras una atrás de la otra. Películas siempre incómodas, siempre dramáticas, bellas y humanas, en ocasiones también profundamente conmovedoras. Éste es el caso.
Poesía para el alma es la quinta película del director. Mija, de 65 o 66 años -ella misma lo duda- atraviesa una doble catástrofe. Está comenzando a olvidar las palabras y las cosas, y un médico le da el terrible diagnóstico: sufre de alzheimer. Simultáneamente cae en la cuenta de que su propio nieto, con el que vive y del que está a cargo, participó junto a otros adolescentes en violaciones grupales a una compañera, y que ella acabó suicidándose por el trauma ocasionado.
Es verdad que esta premisa podría ser pasto para una película de explotación, para un regodeo trágico, gratuito y machacante, pero lo cierto es que la anécdota está abordada con altura, madurez y una inusual cadencia narrativa. Como ocurriría en cualquier familia -o en la mayoría- a pesar de la gravedad del delito y de la segura culpabilidad de su nieto, a la protagonista le corresponde salir en su defensa, tragarse sus principios y su propia moral y lidiar con el grupo de padres de los adolescentes violadores, quienes acuerdan darle una suma de dinero a la madre de la chica -30 millones de won, poco más de 25 mil dólares- y evitar consecuencias penales sobre sus hijos.
Es a partir de este terrible universo de individualismos y de escasa preocupación por el prójimo que surge la poesía del título. Como dice el profesor de la protagonista, para escribir es necesario aprender a ver: no observar superficialmente, sino realmente ver en profundidad, entender. La creación artística surge ante la capacidad de empatizar, de ponerse en el lugar del otro. El arte emerge y desentierra lo que yace sepultado, ilumina las sombras y hace oír las voces acalladas.
(Ahora se cuenta parte de la resolución de la trama, por lo que para algunos sería conveniente dejar de leer por aquí).
La protagonista -atípica heroína- es la única capaz de ver más allá de la situación presentada, la única aparentemente horrorizada por el triste destino de Agnes, la niña suicidada. El único vehículo para evitar que su vida pase totalmente desapercibida, que se extinga o desaparezca. Su creación poética es la doble salvación, la vía para vencer al olvido, y Lee Chang-dong se asienta, traspasa y trasciende con esta película imprescindible.