Un hombre disciplinado
Yaron (Yiftach Klein) es un policía israelí que forma parte de un cuadro especial para combatir el terrorismo. Él y sus compañeros mantienen una relación casi familiar tanto dentro como fuera del trabajo, entrenan juntos, se reúnen con sus familias, y siempre pueden contar uno con el otro.
Yaron es tan disciplinado que parece enfrentar y resolver las cosas del mismo modo tanto dentro como fuera del trabajo, como si todo fuera una tarea que debe cumplirse de modo 100% efectivo, y así resuelve la relación con su familia, y con su esposa, quien está por tener el primer hijo de la pareja.
Mientras el grupo al que pertenece enfrenta algunas situaciones complicadas, como la enfermedad de uno de sus miembros, y algunos cargos por mal accionar en un enfrentamiento -algo así como un caso de "gatillo fácil"-, la película muestra en paralelo una segunda historia, la de un grupo de jóvenes que intenta gestar una especie de movimiento revolucionario, descontentos con la situación en Israel, la explotación laboral, y la enorme brecha social que se está generando.
Los jóvenes integrantes del grupo son israelíes, estudiantes universitarios, no son un enemigo extranjero, y en su mayoría vienen de familias de clase media.
La contraposición entre el grupo de élite y los desorganizados pero idealistas jóvenes que planean un golpe mediático, no puede ser más extrema. Por un lado vemos entrenados y eficientes militares que obedecen órdenes, sin preguntar por qué, orgullosos de su país. Y por el otro jóvenes con muchas preguntas y sin ninguna respuesta, cuyo comportamiento es hasta casi infantil, pero al mismo tiempo se permiten reflexionar y hacerse cargo de que la violencia no está solo de la frontera hacia afuera, sino también hacia adentro.
El final es un tanto abrupto, temas tan complicados merecerían un cierre un poco más coherente, pero la película tiene un buen ritmo, y aunque de forma un tanto desprolija, se atreve a mostrar en profundidad temas delicados y personajes complejos.