Se estrena una de las comedias más exitosas de Francia. ¡Por fin solos!, de Fabrice Bracq, narra las peripecias de una pareja que se jubila pero sus planes de retiro se ven constantemente empujados por sus familias.
Philippe y Marilou son un matrimonio que decide jubilarse y tiene unos planes muy particulares: irse a vivir a Portugal. No obstante, su familia, que no está al tanto de esta idea, hace todo lo posible para aletargar este proyecto. Que los abuelos cuando se retiran y tienen mucho tiempo libre pasan a ser los principales niñeros de sus nietos; que cada vez que alguno necesite algo, ellos deberían estar porque, total, tienen tiempo libre. A esto se le suma enterarse que la mamá de Philippe, una mujer a la que se la ve espléndida a su edad y que parece mágicamente estar siempre al tanto de todo lo que sucede a su alrededor, sólo tendría unas pocas semanas de vida.
Escrita y dirigida por Fabrice Bracq (basada en una novela de Guillaume Clicquot de Mentque), ¡Por fin solos! juega con la idea de cómo es vivir cuando por fin se puede disfrutar de aquello para lo que uno trabajó toda su vida, al menos para una aburguesada familia francesa. Ese momento con el que uno sueña y fantasea. Pero también, y el humor del film apuesta principalmente a esta parte, cómo se afronta la tercera edad y cómo es vista para quien aún está lejos de ella.
Porque aunque a ambos protagonistas se los vea bien, joviales (son ni más ni menos que Michèle Laroque y Thierry Lhermitte), son el centro de todos los chistes referidos a la edad y a ser viejos.
Lo más interesante del film podría radicar en los insólitos planes y excusas que sus protagonistas ponen para no tener que cuidar a sus nietos. Pero como si fuera poco, luego les cae la pareja de la hija cuando ésta lo abandona, un muchacho demasiado ingenuo al que les cuesta decir que no. No obstante, la comedia demasiado simplona sólo funciona en unas pocas ocasiones, generalmente cuando el humor es más negro.
Alrededor de estos dos protagonistas se mueven otras historias, algunas más desarrolladas que otras: la hija agotada con su vida de esposa y madre que, además, mantiene un amorío con un hombre un poco mayor pero no es él la razón para dejar a su marido; el hijo que se la pasa viajando, trabaja en la tele y habla todos los idiomas; la nuera que en su intento de ser copada se la pasa hablándoles como si fueran dos ancianos; el yerno inocente y de buen corazón que queda perdido después de que su mujer lo abandona; y el personaje más rico, y al que se hubiese querido ver un poco más, la mencionada madre octogenaria que parece a su edad haber entendido todo.