Está claro que Ozon no es un autor. Su extensa obra cinematográfica comprende algunas películas interesantes y personales y otros muchos productos de vocación estrictamente comercial. Así y todo hay algo en esa heterogeneidad, un desparpajo para explorar formatos y temas sin demasiadas ataduras o mandatos, que hace que suela encontrar casi siempre algún elemento que me intriga, me seduce o, al menos, me llama la atención.
Hecha la aclaración, cabe decir que Por gracia de Dios encuadra, sin dudas, en las películas pensadas más en la taquilla y el impacto que en algún tipo de búsqueda estética, temática o formal más personal. Ello no implica que el resultado sea o deba ser per se mejor en uno u otro caso. Pero lo cierto es que es evidente que esta película es más 8 mujeres, Potiche (Mujeres al poder) o Una nueva amiga, que Ricky, El refugio o Gotas que caen sobre rocas calientes.
El tema de la película reviste actualidad, es uno de esos que claramente puede identificarse como uno “importante”. Basándose en “hechos reales”, Ozon se asoma al caso del cura Bernard Preynat, que en 2016 fue denunciado por haber abusado sexualmente de decenas de niños desde los años '70 en Francia. Fiel a su inclasificable esencia, el costado exploitation del asunto está muy presente, pero también su costado político. Como en The Rati Horror Show, de Enrique Piñeyro, la película ve la luz cuando el caso aún está abierto en los tribunales (N. de la R.: En julio último fue expulsado del estado clerical, máximo castigo de la Justicia eclesiástica); en tanto todavía siguen sin decidirse los cargos por complicidad o encubrimiento que se endilgan a los superiores del cura acusado de abusos, en particular la denuncia efectuada contra el cardenal Philippe Barbarin.
Así, Por gracia de Dios es una anomalía por donde se la mire: explota un tema importante pero presta más atención a cómo impactó en las vidas de las víctimas y sus familias el proceso de denuncia que los detalles escabrosos de las experiencias sufridas; se viste de film cuestionador pero en la deriva narrativa el interés está más puesto en las contradicciones e internas del grupo que se forma para llevar adelante las denuncias.
Desde el punto de vista político merece prestarse atención a la importancia de que una película como esta se corra del corset del “cine de arte y ensayo”, que se trasvista de drama familiar y que sea tan amplia al momento de aceptar distintas miradas. Es eso lo que hace más fuerte la evidencia del abuso de poder, de la obscena falta de empatía y respeto, del encubrimiento y complicidad que parecen apuntar más alto que al cardenal en cuestión.
Las referencias no son directas y muchas veces provienen más de algo que se escucha en la televisión o en la radio: el Vaticano estuvo todo el tiempo al tanto, el actual Papa incluído. Es fácil encontrar frases de ocasión para sobreactuar una indignación no necesariamente sincera; llevar adelante acciones concretas que abracen a las víctimas, repudien duramente lo sucedido y castiguen a los criminales, se ve que no tanto. El caso no está cerrado. Y no está mal que una película como esta ponga la lupa sobre él.