La nostalgia bien entendida
La obsesión con la belleza y la juventud por parte de los medios de comunicación y la enorme mayoría del mainstream de la industria cultural ha generado que durante las últimas tres décadas casi todos los productos audiovisuales destinados al supuesto “gran público” estén protagonizados por adolescentes y/ o jóvenes adultos, una estrategia que tiende a empobrecer la riqueza discursiva y la multiplicidad de facetas de las obras en pos de nivelar hacia abajo, léase hacia el simplismo, la corrección política y los típicos lugares comunes narrativos que suelen aplaudir los espectadores más anestesiados y conservadores, esos que adoran ver cien veces la misma historia y no desean que los problemas reales se aparezcan de sopetón en el arte masivo. Un corolario de lo anterior es la desaparición de la vejez, ya ni siquiera como sinónimo de experiencia sino como “destino” de nuestro presente/ futuro.
Prácticamente el único enclave que sigue trabajando el tema es el arty/ festivalero, por lo que debemos celebrar anomalías como Por Siempre Jóvenes (Forever Young, 2016), un opus de Fausto Brizzi que sin llegar a ser una maravilla por lo menos consigue tratar con dignidad e inteligencia el tópico del paso del tiempo y los descalabros que suele provocar en la vida de las personas. Hablamos de una comedia italiana bien light de enredos -con toques dramáticos y costumbristas- que desde el mismo título aclara que su eje será un grupito de “pendeviejos” que no terminan de aceptar su edad y que cuando finalmente lo hacen, el abanico de reacciones es tan variado como diferentes somos los seres humanos los unos de los otros. Con un clima de feel good movie de acento realista, aquí el director se burla de la gama de clichés sociales a la hora de sopesar a los cuarentones y la tercera edad.
Más que enumerar a los protagonistas de este relato coral en el que todos los personajes tienen algún tipo de lazo en común con el resto, lo que conviene en esta oportunidad es señalar que el guión de Marco Martani, Edoardo Maria Falcone y el propio Brizzi se pasea por el catálogo de las crisis -o aspectos, si se quiere- que la acumulación de años trae consigo: de este modo tenemos la sombra de la jubilación, la hipocresía otoñal de decir algo y hacer lo contrario, el retiro profesional forzoso por reemplazo, las distancias en materia de vivencias con los hijos, las dificultades al momento de conseguir un nuevo trabajo, la fatiga deportiva y su homóloga sexual, los problemas de salud, las diferencias de edad en las relaciones románticas, la soberbia vía el conocimiento, la infidelidad por curiosidad y/ o fastidio, las mofas de los jóvenes y esas gestas autoimpuestas que hoy duelen mucho más.
El tono es mundano y sencillo no obstante el realizador saca el mejor partido posible de cada situación, siempre despertando risas a partir de protagonistas que se mueven por instinto y corazón (definitivamente tiene mucho que ver la extensa labor del susodicho en tanto guionista de cine y televisión). Como él mismo es una “palabra autorizada” en el rubro cómico y ronda la edad promedio de los personajes, a Brizzi le resulta fácil exprimir el costado más patético de esa pose melancólica contemporánea y al mismo tiempo lograr un balance mordaz entre el saberse descolocado en el contexto actual (a ojos de los adultos mayores) y el sentirse eterno y con muchos sueños (la perspectiva de los personajes de menos años). De hecho, Por Siempre Jóvenes entiende bien a la nostalgia porque en vez de sucumbir en ella, simplemente la roza y se concentra en las opciones disponibles para superarla, en especial el no entregarse a la tristeza y la soledad con el objetivo de todavía dejarse sorprender por las vueltas de la vida, sus delirios varios y el amor que nos espera…