¿Qué significa ser padre? Quizá Leandro estaba empezando a aprenderlo lentamente ahora que por fin, tras mucho buscarlo, Silvina quedó embarazada. Iba a ser un proceso gradual que vivirían (y disfrutarían) juntos, él y su mujer, feliz matrimonio burgués, en los meses que la naturaleza concede entre la certeza de la gravidez y el nacimiento. Pero las circunstancias trastornan todos los planes. Un buen día el muchacho se entera de que es padre de una hija de 11 años, de cuya existencia no tenía noticia y que fue fruto de la relación casi ocasional que mantuvo con una mujer a la que casi no recuerda. Sucede que la madre está ahora internada y gravemente enferma y que quien se ha hecho cargo de cuidar a la chica hasta el momento -una tía materna, madre a su vez de varios varones- ya no está en condiciones de seguir haciéndolo y no encuentra otra solución que confiársela a su padre biológico, aunque sea por un tiempo, a la espera de que la enferma se recupere.
Del estupor y la incredulidad iniciales, Leandro pasa a asumir su responsabilidad: la inesperada hija, una preadolescente triste y silenciosa, vivirá en su casa, con la consiguiente alteración que ello supone para la vida de la pareja y las tensiones que derivarán en conflictos con su mujer. Su aprendizaje de la paternidad será, claro, mucho más arduo y precipitado. Y no menos dificultoso resultará para la chica aceptar a ese padre desconocido y encima cambiar de casa, de barrio, de clase social, de hábitos. Desde luego, el cambio tampoco será fácil para Silvina, en este delicado momento del embarazo.
Habrá que superar muchos obstáculos, reorganizar la vida familiar, encontrar el modo de que la recién llegada salga de su aislamiento y que de a poco vaya generándose entre padre e hija el vínculo afectivo que nunca pudo existir.
Aunque ya tenía antecedentes como libretista, además de su larga experiencia como actor, Gustavo Garzón hace aquí su debut como realizador y pone en la tarea tanta sinceridad como prudencia. Es una historia sencilla que reflexiona sobre la condición de padre; habla sobre vínculos, es decir sobre sentimientos, pero elude el sentimentalismo. En cambio pone en juego una mesura y una sensibilidad que se transmite a sus actores y aporta al film un tono sereno y cierta emoción. En lo psicológico, puede haber algunas transiciones un poco bruscas (en el caso del personaje de Silvina) o cierta insistencia excesiva en el retraimiento de la chica, pero hay también situaciones que han sido tratadas con delicadeza y bienvenida moderación, como la visita al hospital o los momentos de intimidad que de a poco empiezan a compartir padre e hija.
Garzón cuenta con el sólido apoyo actoral de Esteban Lamothe y Ana Katz y con la elocuencia de Mora Arenillas, de rostro singularmente expresivo. Un debut auspicioso.