Padres separados. Estructurada una, liberal el otro. Dos pequeñas hijas en medio. Días de visitas. Mudanzas constantes. Una nueva casa. Una venta de garage con mobiliario antiguo. Una misteriosa caja que atrae a una de las niñas. Una maldición oculta. Un espíritu que decide volver a la vida. Una niña poseída. Muertes dolorosas y horripilantes. Dos padres reunidos para salvar a su hija. Un exorcismo.
Suele suceder que en este tipo de propuestas de posesiones, casi un subgénero dentro del terror, no se presenten mayores variaciones a lo que ya vimos. Es cierto. Sin embargo, lo importante es apreciar como se vuelve a contar, de distinta manera y lo más efectivamente posible, esa misma historia. Basada en un caso real, como se anuncia al principio del noventa por ciento de este tipo de películas, la historia asusta con recursos genuinos y sin demasiado despliegue grandilocuente. Producida por Sam Reimi, embarcarse en el viaje de esta familia atormentada por un espíritu que desea volver a la vida puede ser un recorrido aterrador para algunos y apenas un sobresalto para otros, pero en definitiva se recorta por encima del promedio mediocre al que estamos acostumbrados en los últimos tiempos.