Primavera, la última película de Santiago Giralt es una comedia con renombrado y enorme elenco.
Toda familia es un mundo. Incluso Wes Anderson, desde el póster de Los excéntricos Tenenbaums, definió a la familia no como una palabra, sino toda una oración. Y ese mundo de incontable posibilidades es el que eligió Giralt para su última película, Primavera. Desde el punto de vista de un niño de once años (interpretado por Angelo Mutti Spinetta, hijo de los frecuentes y aquí también presentes colaboradores de Giralt, Nahuel Mutti y Catarina Spinetta), la película retrata momentos tan caóticos como divertidos como bien pueden ser cumpleaños, casamientos, fiestas de disfraces e incluso el mundo del teatro desde bambalinas.
Giralt no sólo recurre a temáticas (la mencionada del teatro) sino también a recursos audiovisuales que ya demostró saber manejar en películas anteriores, por ejemplo los largos planos secuencias, acá más difícil de lograr entre galería tan extensa de personajes. Personajes como la mamá embarazada e histérica por los cambios hormonales (Cata Spinetta), un novio/ex novio (Mike Amigorena), su ex marido gay (Nahuel Mutti), un muchacho más joven que la coquetea constantemente (el Chino Darín), una especie de hada madrina financiera (acá entra en escena Moria Casán con todo lo que eso implica) y una actriz con insoportables aires de diva (Luisa Kuliok) son sólo una parte de esto que es Primavera.
Al tener un punto de vista específico, el guión también se permite ahondar en temáticas más propias y personales como ese primer amor que el protagonista empieza a vivir con su consecuente despertar sexual.
Más allá de algunas virtudes de realización (Giralt dirige y filma muy bien), el film no puede evitar sentirse berreta, grasa (con algún cameo final que no hace más que intensificar esta idea). No obstante, lo cierto es que estamos ante una comedia que apuesta más al tono kitsch que a otra cosa, con algo de Almodóvar incluso.
El principal acierto de Primavera probablemente sea el hecho de que retrata este mundo lleno de curiosos personajes del modo más natural, es una oda a la diversidad sexual. Pero también es cierto que no presenta ningún conflicto específico (sólo algunos pequeños que sirven como excusa para que el film se desarrolle como tal) y a la larga se termina pareciendo a una larga sucesión de sketchs televisivos, algunos mejores que otros.
Divertida, arriesgada en su retrato, pero también despareja, Primavera apuesta al exceso: muchos personajes, muchas situaciones, sobreactuaciones, enredos. Sirve para pasar el rato.