El género policial siempre fue muy popular en la Argentina. Por el lado de la literatura, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares dirigieron, desde 1945, la colección Séptimo Círculo, provista de un catálogo que nunca deja de ser reeditado. En cuanto al cine, durante la época dorada se estrenaron películas con suspenso y asesinatos dirigidas por directores como Carlos Hugo Christensen, Román Viñoli Barreto y el Manuel Romero más inspirado. Con el correr de las décadas, el policial fue adoptando otras formas, aunque conservando su esencia. Punto muerto, de Daniel de la Vega, retoma el espíritu de aquellas grandes obras de antaño.
La acción sucede en los años 50. Luis Peñafiel (Osmar Nuñez) es un afamado autor de novelas policiales. Gracias a Boris Domenech, el detective ciego y alter ego de las páginas, logró convertirse en un best seller, y es invitado a una conveción en un hotel alejado de la ciudad. Allí coincide con Lupus (Rodrigo Guirao Díaz), un escritor ascendente que lo idolatra, y con Edgar Dupuis (Luciano Cáceres), crítico literario tan despiadado como cualquier villano de la ficción. Durante la primera noche, Peñafiel y Lupus Dupuis encuentran a Dupuis asesinado en el baño de su habitación. Según lo que pueden observar, nadie parece haber ingresado al lugar. A partir de este momento, deberán averiguar qué sucedió y sortear una creciente ola de crímenes.
Para respetar el estilo de los film noir, la película cuenta con una secuencia de créditos propia de aquella época y luce toda en un impecable blanco y negro, cortesía del director de fotografía Alejandro Giuliani. De la Vega es conocido por dirigir películas de terror y comedias negras con momentos de violencia extrema. Aquí también hay unos pocos momentos gore, pero la propuesta se apoya mucho más en crear un clima de misterio, con una intriga digna de Agatha Christie y de los mejores exponentes literarios del género. Más precisamente, combina los subgéneros de “crímenes en habitaciones cerradas” (al que pertenece, por ejemplo, El misterio del cuatro amarillo, de Gaston Leroux) y de whodunit, que consiste en averiguar quién es el asesino. Predominan guiños para conocedores desde los nombres de los personajes, pero sobre todo, desde su esencia.
Osmar Nuñez vuelve a dar cátedra a la hora de componer personajes atormentados pero con una fuerte presencia. Rodrigo Guirao Díaz, luego de Hasta que me desates, sigue en una senda interesante y desafiante de su carrera cinematográfica. Luciano Cáceres despeja toda duda sobre su versatilidad interpretativa. Natalia Lobo aporta una cuota de misterio propia de una femme fatale, pese a que su personaje no responde a ese estereotipo. Por su parte, Daniel Miglioranza y Diego Cremonesi parecen detectives sacados de cualquier buen clásico.
Punto muerto funciona como un notable homenaje al policial clásico, pero no por eso deja de tener valor como policial en sí mismo, pleno de enigmas, vueltas de tuerca y estupendas actuaciones.