Sobrios, pero aún re-sacados
La Manada compuesta por Bradley Cooper, Zack Galifianakis y Ed Helms vuelve al ruedo por última vez para una película en la que no hay resaca, pero sí mucho descontrol, como en las anteriores dos entregas de esta trilogía dirigida por Todd Phillips. Nuevos personajes y un tono mucho más sombrío son los elementos más llamativos de un cierre a la altura del universo desmesurado que logró el maestro de las road movies.
En esta ocasión no hay fiesta, no hay casamiento, ni alcohol, sino un simple disparador emocional y psicológico en uno de los personajes, que empieza a desencadenar una serie de hechos bastante salidos de control, que no le escapan a las secuencias de acción y a un cine arriesgado desde la puesta en escena. Esta vez ya no importa el desempeño actoral, clave en el éxito de la primera parte, sino más lo que ocurre y lo que los altera. Los personajes son funcionales a una narrativa muy fluida, que va tomando color a medida que las cosas se ponen peores. En definitiva, una más de ¿Qué pasó ayer? como bien sabe hacerla Phillips y su “manada”.
Lo curioso es como esta vez no se centra todo en la comedia, sino más bien en lograr un clima y escaparle al género. Los elementos de un policial, acción, suspenso y obviamente todo lo que se necesita para una road movie, terminan siendo mucho más gigantescos que los gags, que son puestos a cuentagotas, con una sutileza ya característica de la casa. Y es sólo en estos tramos en que importa el arrollador trabajo que hace Galifianakis con su ya mítico personaje. Su inestabilidad emocional y su facilidad para tirarse a lo grotesco funciona a la perfección cuando se pone a dúo con el excéntrico Ken Jeong, el factor extremo que esta vez marca el tempo de la trama como nunca lo había hecho.
Y es ahí cuando todos los detractores de esta trilogía (los amargos que se toman demasiado en serio una serie de películas que ni siquiera lo intentan) deben callarse y apreciar la evolución que logró Phillips con el personaje de Mr. Chow. De villano en la primera, a ladronzuelo chistoso en la segunda, a criminal protagonista, todo coronado con la escena inicial del filme, la mejor forma de introducir la importancia que tendrá en esta última entrega.
A pesar de ciertos momentos de inverosimilitud ya vistos en la segunda, y algún dejo de nostalgia que se sale un poco de la propuesta jocosa, ¿Qué pasó ayer? Parte III tiene mucha risa garantizada para el espectador, y nuevamente no busca la grandeza. Se sabe poco solemne, aunque juegue un poco con eso, y mantiene el tono que la hizo memorable. No es mejor que la primera parte, pero sí se pone en un lugar privilegiado de la filmografía de Todd Phillips, para reafirmar su condición de director que sabe lo que quiere, sabe lo que hace, y cuenta historias con la simpleza y categoría necesarias para brindarnos un momento sumamente disfrutable.