Invitación a continuar el debate:
El 13 de Junio de 2018, luego de una larga lucha feminista, se logró llevar por primera vez al parlamento argentino un proyecto de ley por la legalización del aborto. Este proyecto tuvo media sanción en la Cámara de Diputados y se estaba a la espera del debate y votación en la Cámara de senadores, en medio de un contexto nacional donde muere una mujer por semana a raíz de un aborto clandestino. Este acontecimiento histórico del tratamiento de la ley en el Congreso conmovió al realizador argentino residente en Francia Juan Solanas y es el impulso a partir del cual surge su documental Que sea ley (2019), que tuvo su premiere mundial en el Festival de Cannes y recibió recientemente el premio “Otra mirada” en el Festival de Cine de San Sebastián.
El documental en su estructura se organiza a partir de bloques temáticos (Militancia, Creencia, Hipocresía y Doble moral, Feminismo y Pro Vida) y va alternando fragmentos del debate en ambas cámaras, las movilizaciones en las calles de las dos posiciones respecto del tema (identificadas con pañuelos verdes y los pañuelos celestes); así como testimonios de referentes del feminismo y de la cultura (Dora Barranco, Claudia Piñeyro. Mariana Carabajal, Muriel Santa Ana, entre otras), de legisladores, de profesionales médicos, de actores sociales en barrios vulnerables, así como otros más íntimos de familiares de victimas y de sobrevivientes de abortos clandestinos recogidos en diferentes puntos de nuestro país.
Una primera cuestión a señalar es que si bien el director le da voz a las dos campanas en el debate por la legalización del aborto, el mayor espacio que le dedica a la lucha feminista trasluce que su posición está tomada y que su mirada observacional no es imparcial, evidenciándose un claro apoyo a la lucha de las mujeres por el derecho a decidir sobre sus cuerpos.
Un punto sobre el que echa luz el documental es la diferencia entre el derecho y la convicción personal. El derecho tiene como mira legislar para la mayoría y su eje es el orden de lo universal. Ello supone, en este caso, ampliar la posibilidad de que todas las mujeres de cualquier lugar del país tengan el derecho, si así lo decidieran, de acceder a realizarse un aborto en condiciones dignas y de seguridad respecto de su salud y de su vida. La creencia religiosa o la posición personal corresponden a la esfera privada y al orden de lo particular de un colectivo. Que la ley no haya tenido sanción, considerando el contexto de pobreza y vulnerabilidad social en que se encuentran las mujeres en general, da cuenta de la dificultad que existe para separar estas instancias y del particularismo de imponer como universal algo que no lo es.
En esta línea, no deja de ser sorprendente e interesante el testimonio de los curas entrevistados de barrios vulnerables, quienes, al contrario de lo que uno presupondría y al tener contacto directo con la realidad cotidiana, muestran una posición más lúcida y de sentido común que muchos ciudadanos y actores del Estado.
Lo que queda claro a través de los testimonios de aquellas que sufrieron abortos clandestinos es que el juicio y la condena social frente a un embarazo no deseado siempre recaen sobre la mujer; nunca sobre el hombre. Se la dice irresponsable o ligera, sin miramiento alguno por las condiciones en las cuales se produjo el embarazo (violencia, violación, pobreza, falta de educación).
Una mujer que aborta, que se permite decidir si quiere ser madre y cuándo serlo, claramente se posiciona como mujer en lugar de hacerlo como madre, rol tantas veces pensado en términos de destino ineludible. De esta manera, esta violencia sobre la mujer que decide abortar o que llega con secuelas de un aborto clandestino pone en evidencia el profundo rechazo y horror a lo femenino en nuestra sociedad. Más allá del discurso religioso, este puede ser el resorte inconsciente de muchas posiciones que abogan férreamente por las dos vidas, habida cuenta de que se oponen también a la educación sexual y la anticoncepción y que se desinteresan por el futuro del niño si luego esa madre no está en condiciones económicas o psíquicas para darle una vida digna. Que sea madre es una manera de conjurar el escándalo que desde siempre significó una mujer que se posiciona como causa de deseo.
En este debate, otro punto a diferenciar es entre la vida biológica y la vida psíquica, la cual es solidaria del deseo de hijo; entendiendo deseo no en términos de anhelo, expectativa o búsqueda de hijo; sino como una posición en el inconsciente.
Que sea Ley es una obra convencional en sus formas pero necesaria. El coraje de las mujeres que prestan sus testimonios constituye el aspecto más interesante y conmovedor del documental, impulsando a continuar el debate y la lucha en las calles por la ampliación de derechos en pos de una sociedad más justa.