Sexo geriátrico
Hay algo brillosamente industrial y profundamente conformista en las películas de Frankel (El diablo viste a la moda, Marley y yo), pero también hay algo que siempre está bien. Es ese soplo de vida que late en el corazón de lo mejor que Hollywood puede producir y que, a diferencia de lo que creen cínicos y amargados, no es fácil de conseguir: el amor por sus personajes y una ternura que no conoce de dobleces.
Kay (interpretada por Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) son una pareja que lleva más de 30 años de casados. Los hijos ya se fueron de la casa, la rutina se apila como ladrillos y la insatisfacción también. Kay obliga a su marido a asistir a una semana de terapia de pareja intensiva en un pueblito de la costa, donde asistirán a sesiones con el Dr. Feld (interpretado por Steve Carell). El principio de ¿Qué voy a hacer con mi marido? se parece a muchos lugares comunes: la señora angustiada y sentimental, el viejo gruñón que no cree en el psicoanálisis, en gastar plata ni en escuchar a su esposa, y el terapeuta que no mueve ni una pestaña mientras urga en los problemas íntimos de una pareja que parece haber logrado la estabilidad a fuerza de silencios. Más allá de los colores pasteles, del despliegue actoral de la Sra. Streep y de unos cuantos chistes, esa primera película que podíamos vislumbrar es tan poco interesante como las conversaciones de esta pareja que ya no conversa.
La virtud de ¿Qué voy a hacer...? es la paciencia: sin ser atrapante, tampoco defrauda y con el correr de los minutos va superando nuestras dudas a medida que va entrando en el corazón de sus criaturas. Y la apuesta se redobla: a los primeros momentos de reconciliación-contacto-ternura de la pareja que va aceptando que a lo mejor tiene algunos problemas de pronto se le suma la cuestión del sexo. El Dr. Feld los mira (nos mira) casi sin expresión: ¿hace cuánto que no tienen sexo?
Entonces aparece la faceta más inesperada de esta película: el sexo geriátrico. No se trata simplemente de que ¿Qué voy a hacer...? hable sobre un tema que no suele tocarse en el cine (ni en muchos otros ámbitos) como es el de las relaciones sexuales en una pareja que lleva tantos años de casados. Lo realmente sorprendente es que toca esos temas con una naturalidad que nunca se ve en el cine de Estados Unidos. Vemos a Meryl Streep intentar practicar sexo oral a su marido en una sala de cine, la vemos intentar practicar sus técnicas con una banana, pero también vemos los momentos de incomodidad-miedo cuando los esposos tienen que confesarse sus fantasías, los intentos frustrados, los gemidos a través de una puerta cerrada. Vemos el sexo, su importancia, su fragilidad, lo compleja que puede ser hasta la relación de un matrimonio que lleva más de tres décadas juntos.
Así, entre chistes amables y revelaciones sexuales sorprendentes, cuando queremos darnos cuenta ya estamos adentro de ese mundo que nos propone ¿Qué voy a hacer...? y no hay vuelta atrás: lo que parecía una pareja de estereotipos de personas de la tercera edad de clase media ya son personas que sufren y sonríen ante nosotros.
Esa intimidad lograda a fuerza de giros inesperados, de intentos frustrados, con ciertos edulcorantes pero con el gran aporte de dos actores que (detrás de todas sus arrugas) saben bien lo que hacen es la que hace de ¿Qué voy a hacer...? una película que ofrece mucho más de lo que parecía ofrecer.