En cierto modo, ésta también es una comedia familiar, claro que no a la manera de aquellas a las que nos acostumbró Disney. En este caso, la familia es apenas el camuflaje que emplea un dealer de barrio para cumplir con la misión riesgosísima a la que se ve obligado para saldar una deuda con su narcomayorista y quizá también para obtener alguna ganancia. La cosa no es fácil: tiene que cruzar la frontera de México y traer de allí un voluminoso cargamento de marihuana bien difícil de disimular. Y como la mejor solución que encuentra es ir acompañado por una esposa y dos hijos para pasar por la típica familia modelo norteamericana de la que nadie se atrevería a sospechar, ahí mismo se provee de una, seleccionando sus acompañantes entre vecinos, conocidos y clientes. Ellos incluyen a un vecinito que aspira a incorporarse a su clientela, por ahora sin suerte, y que también es virgen en materia de sexo; una stripper con la que se lleva como perro y gato -como es clásico en las comedias humorísticas que terminan en romance-, y una adolescente punk, vagabunda y libertina. Un casting de apuro, como se ve, pero no importaría mucho porque todo lo que tiene que hacer esta pandilla de buscavidas es acompañarlo en el vehículo y sonreír cuando pasan por los puestos de frontera o tropiezan con algún patrullero. Sin abrir la boca, no vaya a notarse lo groseros y malhablados que son.
No hace falta demasiada imaginación para suponer que el viaje será sólo la excusa para que el estrafalario cuarteto atraviese por situaciones más o menos cómicas en cuya elaboración el nutrido equipo de libretistas no ha invertido demasiado ingenio, por mucho que haya intentado ponerse a la moda y ensayar un humor zafado que quiere ser audaz sin demasiada convicción.
El director Rawson Marshall Thurber sólo atina a imponer un ritmo veloz a la acción, con lo que logra que, por lo menos durante la primera parte, cuando juega a la incorrección y se ríe de la familia convencional, el film se haga más o menos llevadero y que los chistes se sucedan a buen ritmo y prometan un rato de diversión. Es solo una promesa. Los chistes eficaces pueden contarse con los dedos de una mano y las situaciones graciosas, que las hay, tampoco abundan. En general todo es bastante previsible y de vuelo bajo.
En el transcurso de la misión, que llega demasiado rápido a su culminación, las aventuras que vive el falso grupo familiar en su encuentro con barones de la droga, guardaespaldas, matones, agentes de la DEA y otros uniformados, además de una señora madura que quiere salpimentar un poco su vida conyugal, no son sino sketches inconexos y desiguales que quieren ser atrevidos, pero exhiben poca chispa y bastante vulgaridad. Lo que no impide que público sin mayores exigencias pueda entretenerse un rato.
Jason Sudeikis, una Jennifer Aniston en plan sexy (discreto striptease incluido) y el resto del elenco prestan su oficio y terminan esforzándose más de lo que el producto merecía. Ninguno se salva del consabido desenlace sentimental ni de los no menos inevitables bloopers del epílogo.