Pánico y locura en la mugre
Los ejemplos ya son tantos que hasta se vuelve difícil seguirle los pasos. La animación estadounidense está atravesando una verdadera revolución creativa, sin precedentes en su historia -quizá sólo comparable a la que ocurría en los años 30, a los comienzos del cine sonoro-. A las impagables compañías de animación Pixar, Dreamworks y Sony Pictures Animation también hay que sumarles ahora la Disney (que asombra con películas recientes como Bolt o la grandiosa Enredados) Blue Sky Studios (Robots, Horton y el mundo de los quién) y la que aquí entra en juego: Industrial Light & Magic. Se trata de una histórica compañía de efectos especiales, fundada por George Lucas, que desplegó habilidades en Star Wars (las dos trilogías), Volver al futuro, Men in black, varias Harry Potter, Iron man y un larguísimo etcétera. Rango vendría a ser su primer largometraje de animación de producción propia, y el director a cargo no es otro que Gore Verbinski, un amante del cine clásico que ya había desenterrado el cine de piratas con la trilogía Piratas del caribe.
Rango es un western. Y no hay caso, no hay forma de matar al género. No sólo está más vivo que nunca, sino que además es el terreno en el cual hoy se ensayan demencias experimentales como The burrowers (mezcla de terror y western) la bizarrada japonesa Sukiyaki western Django (de Takashi Miike) o el estridente divertimento surcoreano The good the bad and the weird. Aquí la animación busca una estética desagradable y grotesca que puede chocar al comienzo, pero que al cabo de un rato se vuelve costumbre, cuando se descubre la coherencia del universo presentado. Porque aquí nos retrotraemos a los westerns más sucios, aquellos de Peckinpah y Leone, en donde el polvo desértico se apuntalaba en rostros curtidísimos y expresiones intimidantes. El personaje principal –a quien en la versión original le da voz Johnny Depp- es un camaleón doméstico que va a parar a un pueblo llamado acertadamente Mugre, y se asemeja un tanto al toxicómano Jack Sparrow de Piratas del caribe, en el sentido en que reacciona al peligro de formas inverosímiles, desplegando comportamientos impensables, escenificando situaciones y ensayando una mitomanía patológica. El pueblo de mala muerte es habitado mayoritariamente por roedores de pocas luces, que colocan al fabulador como Sheriff, por lo que queda expuesto a peligros inconmensurables.
Las escenas de acción están muy bien logradas. La persecución de los murciélagos, o el enfrentamiento del protagonista con un par de animales inmensos son poderosos y vertiginosos. Las referencias cinéfilas son una infinidad, y los chistes adultos de doble sentido –muchos de índole sexual- llaman la atención y agregan cierta personalidad al planteo. De la misma manera que en los westerns de Leone, los personajes no presentan relieves psicológicos, pero sí rasgos caricaturescos que los vuelve atractivos. Carente de profundidad alguna pero eficaz en sus pretensiones de divertir, Rango es, en definitiva, otro digno entretenimiento familiar.