Músculos, motores, vehículos cada vez más poderosos y resistentes, infinitas persecuciones sobre ruedas, un gran despliegue de armamento sofisticado de cuya precisión, eficacia y poder de destrucción sobran pruebas y la deliberada voluntad de extraer de las escenas de acción al máximo de espectacularidad y vértigo. Eso es lo que se espera de esta rendidora serie que ya ha llegado al capítulo sexto (y se apresura a calmar la ansiedad de sus seguidores anticipando en los planos finales que habrá un capítulo 7 y que Jason Statham tendrá que ver con lo que se cuente allí.) Y eso es lo que suministran el director Justin Lin y el guionista Chris Morgan -responsables de los últimos cuatro productos de la franquicia-, que se muestran cada vez más duchos y atrevidos a la hora de imaginar peleas, carreras y batallas de todo tipo y en todos los terrenos, en proporciones próximas a la sobredosis. Sin medir los gastos, por supuesto: es un derroche que está en condiciones de afrontar una serie que lleva recaudados unos 1500 millones de dólares. Y, claro, sin detenerse a considerar detalles menores como la coherencia, el rigor o la verosimilitud de lo que se presenta en las imágenes. Lo que importa es que la acción nunca se detenga, que el ritmo sea vertiginoso, que jamás deje de oírse el rugir de los motores y que a medida que la narración avance y el enfrentamiento entre los dos bandos no dé tregua y se vuelva más y más encarnizado, las proezas de los protagonistas (de los dobles, de los equipos de efectos y de los editores) vayan siendo más y más espectaculares, tanto como para arrancar aplausos de los fanáticos y a veces también algunas risas, nacidas de las osadas, imposibles locuras gracias a las cuales los héroes del caso eluden los ataques de los villanos, que parecen todopoderosos y son de una crueldad y una perversidad ilimitadas.
El principal es un mercenario terrorista, ex agente del Servicio Aéreo Especial británico, que está a punto de completar un poderosísimo y sofisticado arsenal tecnológico con el que podría anular todas las defensas militares y amenazar al mundo entero. La banda debe interrumpir el descanso (o la diversión, según los casos) de los que están disfrutando en España o en cualquier otro lugar gracias al último botín obtenido. Es que el policía Hobbs (Dwayne Johnson, The Rock) los quiere ahora de su lado para enfrentar a un enemigo tan temible. Y allá van Vin Diesel (ahora acompañado por Gina Carano, campeona y experta en artes marciales); Paul Walker (ahora padre de un bebe), y todos los demás, estimulados además porque existe la sospecha de que la ex del primero, la brava Letty, no esté muerta como ellos creen (lo que permite el regreso de Michelle Rodriguez). Por supuesto, también se extiende un poco el elenco en el terreno de los vehículos. Y no sólo en autos (algún prototipo casi sin chasis pero con secretas habilidades) sino maquinarias más pesadas como un tanque (de decisivo papel en la casi interminable secuencia de la autopista próxima al final), un avión Hércules y varios helicópteros.
Son 130 minutos especialmente recomendables para los adictos a la superacción y en especial a los films de esta serie. Más allá del considerable exceso de metraje, los demás podrán entretenerse si disfrutan del vértigo constante y de los festivales de destrucción y violencia, si no se aturden con una banda sonora que no da descanso y si aceptan que el guión sea nada más que una excusa para poner en marcha otra vez la probada fórmula que pudo haber incluido un poco más de humor.