Con caja de sexta
Todo cambió para los chicos de Rápido y furioso 5, que transcurrió en Río de Janeiro y les dejó 100 millones de dólares como botín, para disfrutarlos como ricachones y gastarse todo lo que quisieran en sus adorados autos. Lo diferente es que ahora ellos viven separados y están aburguesados. Incluso Brian, el personaje que interpreta Paul Walker, casado con la hermana de Dominic y padre de un bebé, le dice a su cuñado que siente que lo tiene todo pero le falta algo.
Ese algo que extraña es la acción, por supuesto, pero no será por demasiado tiempo. La sexta película de la saga empezó minutos antes con una caravana de autos explotados sobre un puente en Moscú, y un policía, Luke, encarnado por Dwayne Johnson, preguntando por los culpables.
Estos resultaron ser la banda internacional liderada por alguien llamado Shaw, el actor Luke Evans, quien por las pesquisas está robando piezas para construir un arma muy potente. Dato que conecta con Dominic: entre los soldados de Shaw se encuentra Letty, o sea Michelle Rodríguez, la novia del héroe que todos daban por muerta. Gran acertijo, y gran anzuelo para que los chicos de las picadas acepten volver a las pistas. Pero con una condición. Si capturan a los malos, se convierten ellos en buenos, es decir, les retiran los cargos por los que son buscados por la ley estadounidense.
Nadie al que le guste el género, saldrá de esta proyección diciendo que la película no le gustó, pero los fanáticos de esta franquicia deben estar advertidos acerca de algo muy importante. Rápido y furioso cambió en esta oportunidad. Y la diferencia se nota.
Se convirtió en un largometraje de acción y espionaje más parecido a los que la industria hollywoodense mercadea con regularidad, que a aquella producción de corte más independiente, más marginal, pese a su innegable glamour, que se conoció en el comienzo, dirigida por alguien que después de aquella vez no quiso repetir, el talentoso Rob Cohen.
El riesgo de los que están ahora, como el nuevo director, Justin Li, es enorme, porque Rápido y furioso 6 abandonó su identidad y entró en el terreno donde otra clase de filmes son muy buenos y muy difíciles de superar.
En otras palabras, desaparecieron casi (salvo por una escena de menos de cinco minutos) esas reuniones alrededor del fuego callejero y el reggaeton, donde las chicas caminan como gatitas en minifalda acariciando las carrocerías de los coches antes de las picadas, y todo el folklore de alrededor. Ahora, Dominic, Brian y su equipo manejan computadoras y armas sofisticadas además de autos.
Van en sexta por el mundo, eso sí. Como siempre desde que se hicieron conocidos.