Steven Spielberg regresa muy pronto luego de la notable “The Post” esta vez con la película a la que le dedicó el mayor tiempo del año que pasó: la super producción basada en el libro de Ernest Cline, “Ready Player One”.
Como siempre, el director oscila en su filmografía entre las historias de un mayor contenido social y político y aquellas superproducciones que apuestan al niño interior, a la aventura o ciencia ficción. Claramente “Ready Player One” se encuentra dentro de este último grupo.
La película se sucede unas décadas en el futuro pero está impresa de una fuerte nostalgia por la cultura pop ochentosa.
Sus protagonistas se encierran, o se escapan de la realidad, en juegos virtuales donde pueden ser lo que y como quieran. Allí son fuertes, bellos, ingeniosos, sociables. Como Wade Watts (Tye Sheridan, un joven actor prometedor), que dice que tiene amigos y son los que se encuentran dentro de este mundo virtual y por lo tanto a quienes nunca les vio el verdadero rostro.
Escrita por Zak Penn junto al escritor de la novela Cline, “Ready Player One” empieza cuando el personaje de James Halliday (el ahora frecuente colaborador Mark Rylance), ni más ni menos que el creador de este Oasi), una especie de Steve Jobs, fallece y deja en el juego una serie de pistas que le brindarán a quien resuelva cada acertijo, ni más ni menos que la posesión y el destino de toda esa marca.
Allí aparece el villano, Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn), dueño de una compañía similar pero menor que sin dudas necesita apoderarse de ella para convertirse en quien realmente quisiera ser.
En la película, las peripecias por las que el protagonista Wade junto a sus amigos virtuales (y potencial historia romántica) irán sorteando no sólo con el fin de ganar el juego, sino con el más importante que es el que un malvado sin talento cuya compañía tiene cientos de empleados jugando a sus órdenes se quede con este maravilloso mundo, se suceden de manera más dinámica y creíble que en la novela original.
Así, la película resulta entretenida y ágil aun en sus dos horas de duración.
No obstante, en cuanto al desarrollo de los personajes encontramos el punto más flojo. Incluso la historia romántica entre Wade y Artemis (nombre de su avatar) se sucede de manera algo repentina y sin profundidad. Visualmente sí estamos ante un Spielberg desbordante. Los efectos especiales ayudan a dar vida a todo este mundo y las múltiples referencias a la cultura pop nos la hacen sentir más cercana.
Sin embargo es tanta la información visual a veces que satura. Así, entre tantas referencias muchas quedan perdidas en el trasfondo. Y las más disfrutables son las más aprovechadas, como aquella secuencia muy divertida y atractiva que gira en torno a la película “El resplandor”. Con respecto a la crítica que brinda el relato, éste es obvio desde la primera instancia. La necesidad que hoy en día hay de escaparse a un mundo virtual y dejar de lado lo real.
El hecho de que muchas veces no podemos ser nosotros mismos si no es bajo una máscara.
“Ready Player One” es una película entretenida y visualmente deslumbrante, llena de amor por una cultura que si bien pertenece a otra época sigue más vigente que nunca entre los nostálgicos (que somos muchos).
La historia es simple, el guion mejora bastante la narración de la novela, pero aun así se siente la falta de un poco más de desarrollo de los personajes al igual que ese mundo exterior que parece tan oscuro y hostil y es más que entendible que uno termina prefiriendo encerrarse en un videojuego.
Sabemos que Spielberg es un director que no decepciona.