Dejen de grabar
Es curioso lo que ha ido ocurriendo con esta saga. La primera entrega de Rec fue un muy original, impactante y logrado entretenimiento de terror que planteaba una atmósfera realmente opresiva, con vecinos devenidos zombis en el interior de un viejo edificio de apartamentos. Se trató de un ejercicio coherente e inquietante dotado de vestigios experimentales, con un abordaje de falso documental y logrados planos secuencia. Ese matiz de originalidad seguramente haya sido la razón por la que la película fue estrenada en nuestro país solamente en el festival de Cinemateca y, por la que la industria estadounidense, presurosa, se abocara a su remake, Cuarentena –copiada casi plano a plano y en un edificio idéntico al original-. En la continuación, Rec 2, también dirigida por Jaume Balagueró y Paco Plaza, la fórmula se repitió, por no decir que los creadores se calcaron a sí mismos. La cámara subjetiva y al hombro comenzó a ser cansina y a ser utilizada de manera mucho menos prolija, generando un efecto caótico que, sumado al griterío general, restaba tensión e interés al asunto. La película ni siquiera fue estrenada en nuestro país.
Pero ahora se estrena esta tercera parte en circuitos comerciales, lo que da cuentas del viraje en popularidad y distribución. Si la repetición y la acumulación de entregas despiertan siempre la sospecha de producto meramente mercantil, las recientes afirmaciones del director Paco Plaza de que los zombis ya no le interesan reafirman esa impresión. La cuarta entrega, será firmada por Balagueró, y quién sabe, no llamaría la atención que Plaza retomara luego con una quinta, recurriendo cada uno a la gallina de los huevos de oro cuando estén necesitados.
Aquí tenemos una pareja que se ama y en plena boda, con centenares de invitados, banquete y fiesta en una mansión dotada de un vistoso jardín. La acción podría ser paralela a la de la primera película, pero eso no está del todo claro. En realidad, el título es terriblemente engañoso: esa “génesis” original, -que vaya uno a saber por qué fue “traducido” en el Uruguay por “el comienzo”- no refiere a de dónde salen los zombis, como cabría pensarse. Al igual que en la primera entrega, el primer infectado fue mordido por un perro que le contagió el virus –o la presencia demoníaca, que tampoco está claro-, y ese “génesis” refiere al citado libro de la Biblia y nada más.
Si bien el recurso de la cámara subjetiva se abandona pronto –al romperse la cámara enfundada durante un ataque zombi- y por suerte la acción tiene la apariencia de una ficción normal, hay una incursión repetida en varios clichés del género (como el cura que detiene a los zombis con sus plegarias; algo que ya ocurría en la anterior entrega, pero que aquí los deja en un ridículo estado cataléptico). Si la película se salva de a ratos es porque por fin la saga deja de tomarse en serio: hay guiños paródicos –por ejemplo cuando los personajes se ponen unas armaduras medievales, o el momento en que la novia se dedica a cercenar zombis con una motosierra- y de esos excesos catárticos gore que recuerdan a los de Sam Raimi y Peter Jackson en sus primeras películas.