Apocalíptica y desintegrada
Para traicionar la consigna que constituía la esencia genética del serial, la traición debía ser bestial, feliz, desfachatada. Y eso es lo que había ocurrido en [REC]3.
La cuarta entrega decide olvidarla (salvo por la referencia a una fiesta de casamiento y algún personaje) y vuelve sin demasiado convencimiento a la lógica de las camaritas omnipresentes y la pretendida mirada documental de las dos primeras.
Ahora la trama transcurre en un barco donde se encuentra la periodista que dio origen a todo esto y en el que se investiga una posible cura para evitar nuevos brotes zombis. No es que el disparate y los caprichosos giros en la narración sean necesariamente malos per se; lo que molesta es el desgano que desnuda el intento de explotación vicaria de un producto que ha funcionado comercialmente y la ausencia de un mínimo de coherencia, aun en el marco de aquel disparate o capricho.
Si el punto de partida es que nosotros no podemos ver sino lo que filman las múltiples camaritas que forman parte del universo del film, al menos ese elemento debería ser respetado. La peor de la saga.