Recuerdos Secretos

Crítica de Fernando López - La Nación

Plummer y un thriller que no lo merece

No es la primera vez que Atom Egoyan busca hacer las cuentas con el pasado: en este caso, con el pasado personal y colectivo; tampoco le falta experiencia en el thriller, que ha frecuentado con suerte dispar: Y algo de todo eso -incluida la irregular calidad de su obra- reaparece en Recuerdos secretos, aunque lejos han quedado los buenos tiempos de Exótica, El dulce porvenir o El viaje de Felicia. Aquí, además, los temas son especialmente comprometidos: memoria, rencores, venganza, demencia senil, las marcas dejadas por la Shoah y por la guerra. Asuntos demasiado delicados -el mal de Alzheimer, el mal llamado Holocausto- para ser utilizados superficialmente como simples resortes dramáticos para justificar el avance de un forzado thriller colmado de incongruencias y más atento a los golpes de efecto y los giros presuntamente sorpresivos que a la coherencia o la lógica de la narración.

Se ha dicho que el cineasta -egipcio de origen armenio y canadiense por adopción- buscaba con esta historia esclarecer a cierta juventud malinformada o ignorante respecto de la barbarie nazi, pero aun así cuesta entender que haya querido basarse en un guión tan torpe como el del debutante Benjamin August.

La película cuenta la poco verosímil cacería a que se entrega un sobreviviente de Auschwitz, nonagenario y con graves problemas de memoria, para hallar al verdugo que 70 años atrás mató a su familia y a la de un ex compañero del campo que se ha hecho su amigo en la residencia geriátrica neoyorquina que comparten. Este hombre, carente de movilidad, es quien le proporciona -por escrito para sortear sus fallas de memoria- las instrucciones precisas para que pueda escaparse del instituto y asumir, tal como había jurado que lo haría cuando quedara finalmente viudo, la búsqueda del presunto verdugo, que viviría bajo el mismo nombre falso en uno de cuatro dispersos domicilios norteamericanos.

Egoyan ofrece una narración lineal, con algo de elemental suspenso, y se apoya, sobre todo, en el sólido desempeño de Christopher Plummer, lo más notable del film, al que rodea un elenco que está muy por encima de los merecimientos del guión: desde Martin Landau (el "socio" del protagonista) hasta el convencido nazi actual que anima Dean Norris (Hank Schrader en Breaking Bad) en una escena que ilustra lo mejor y lo peor del film.

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Pero al rebuscado y manipulador guión todavía le queda un último giro, el que habrá sabido sospechar más de un espectador, cuando ya al film ni siquiera le queda tiempo para que Christopher Plummer pueda disimularlo con su convicción y su entrega.