Los abductores del nuevo milenio
El interrogante inicial, uno de esos típicos espasmos que se derivan de los prejuicios del “sentido común cinéfilo”, plantea lo siguiente: ¿realmente David Fincher dirigió una película sobre la génesis de Facebook, una suerte de tragedia griega pero situada en el contexto de la Universidad de Harvard? La afirmación que acarrea la respuesta no llega a dimensionar los alcances del proyecto en su conjunto ya que estamos ante un opus que se posiciona de inmediato y con una fuerza arrolladora entre lo mejor del año. De hecho, aquellos reparos que aparecen en función de las entendibles suspicacias no hacen más que incrementar la sorpresa -y por supuesto la admiración- para con un cineasta extraordinario.
Si de juzgar los componentes individuales del convite se trata, sin lugar a dudas el primero que merece ser considerado es el guión de Aaron Sorkin, un pantallazo formidable que salta con una prodigiosa comodidad del campo de los altos estudios norteamericanos y el microambiente de las fraternidades a las diferencias de género, los límites concretos de la amistad, la lujuria como motor máximo del vivir, las trampas que destruyen el sendero y los múltiples juegos políticos detrás del simple acto de hallar una impensada mina de oro. Basándose en el libro de Ben Mezrich The Accidental Billionaires, Sorkin redondea un relato genial y abarcador acerca de una de esas burbujas que tanto fascinan al capitalismo.
La secuencia del comienzo establece el ritmo a seguir: es el año 2003, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) y su novia Erica Albright (Rooney Mara) mantienen una discusión antológica que gira sin rumbo fijo alrededor de una infinidad de oposiciones cognitivas y de apreciación general. El resultado va más allá de la ruptura casi automática y el ataque de misoginia posterior, con apenas unas horas frente a su computadora el joven consigue hackear numerosos sitios intra- facultades, robar fotos a mansalva y crear una irreverente web en la que los hombres pueden elegir a la más linda de sus compañeras. Lo que sucede a continuación está marcado por los sinsabores del éxito y la memoria reciente del fracaso…
Con un pulso frenético fundado en una puesta en escena maravillosa, situaciones que rebosan inteligencia y diálogos en extremo hilarantes, el film desarrolla los cruces tanto verbales como judiciales entre Zuckerberg y el que fuera uno de sus mejores amigos, Eduardo Saverin (Andrew Garfield), con motivo del funcionamiento y pronta expansión de Facebook. Uno es soberbio y el otro más humilde aunque la disputa se convierte en algo serio recién con la llegada en carácter de asesor de Sean Parker (Justin Timberlake), nada más ni nada menos que el creador de Napster. Esta verdadera cumbre de abductores del nuevo milenio está retratada con una perspicacia suprema y un humanismo encantador.
Ahora bien, el otro gran pleito, que a su vez habilita continuos flashbacks, es el de Mark con los gemelos ricachones Cameron y Tyler Winklevoss (Armie Hammer) y su socio Divya Narendra (Max Minghella), un equipo que en un principio lo tentó para sumarse a un esquema de rasgos exclusivos. Precisamente de esta manera se divide la historia según su tono circunstancial: mientras que los intercambios con los hermanos están volcados hacia la comedia, durante la agitada audiencia de conciliación con Saverin prima la vertiente trágica y la profundización de una crisis latente. Un elenco conformado en su mayoría por ilustres desconocidos aporta la intensidad dramática necesaria para que la magia sea universal.
Sin embargo uno podría preguntarse en dónde encontramos exactamente la mano de Fincher en una realización como Red Social (The Social Network, 2010): pensemos en la secuencia de la competencia de remos, el hecho de optar por un único actor para interpretar a ambos Winklevoss o la misma selección musical (desde Ball and Biscuit de los White Stripes hasta Baby, You´re a Rich Man de los Beatles). Apoyado en la bella fotografía de Jeff Cronenweth y una inspirada banda sonora a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross, el director construye una pequeña obra maestra que vuelve a ser un signo de sus tiempos, una síntesis cultural que además se erige como un hito cinematográfico a superar en el futuro…