Oportunismo virtuoso
El fenómeno Facebook se ha apoderado de las masas en cualquier rincón del universo, y toda esa vorágine le da un rédito a un señorito que la pensó bien y sacó provecho. Tal es el caso de Mark Zuckerberg, el creador de la red social más utilizada en estos días (y el billonario más joven del mundo). ¿Qué hizo, básicamente, este tal Zuckerberg? Tal parece que "robó" una idea (no se sabe a ciencia cierta) de unos colegas en Harvard, y con esto fue tomando distintas cosas de las redes sociales ya en uso (My Space, Fotolog, Youtube, etc), para llevarlas todas a un sólo lugar así los cómodos usuarios no tendrían que hacer el único ejercicio corporal que les quedaba frente a la pc: mover el mouse con el brazo y la mano.
Por otra parte tenemos a David Fincher, un inteligente director que supo deleitarnos con opus como Se7en (1995), Fight Club (1999), Zodiac (2007) y el reciente The curious case of Benjamin Button (2008). ¿Qué hizo, básicamente, este tal Fincher? Tomó la idea de un libro que resumía la interesante historia de cómo se gestó la ya mencionada red social, algo que -sin faltarle el respeto al director- lo pudo haber hecho cualquiera.
¿Qué hay en común entre Fincher y Zuckerberg? Que ambos sacaron provecho de una idea que la pudo tener cualquiera. ¿Qué tienen en común Fincher y Zuckerberg? Que sólo a ellos les podía salir tan bien.
En resumen, ¿Qué hay en común entre Fincher y Zuckerberg? The social network (2010), una película gélida, rigurosa y virtuosa por donde se la mire, que ilustra radiográficamente no sólo la historia de cómo se formó el Facebook, sino cómo éste llegó como objeto definitivo de la necesidad de comunicación de una sociedad hambrienta de cruzar fronteras, límites y retroalimentar una globalización despiadadamente productiva.
Todo eso logrado con matices infinitos, que van desde una dirección magistral, una banda sonora excelente, fotografía bellísima y, principalmente, un reparto que lleva la trama más allá del cine y hace que la pantalla sea una ventana que, mediante la fuerza de un guión cargado de elocuencia, la teletransporte al mundo del documental. Porque The social network, de haber sido un documental, hubiera sido un bodrio con mayúsculas. Pero no, Fincher le dio su toque de director que sabe lo que quiere y logró una película hecha y derecha.
The social network es un film hecho con rigor. El sentido categórico de la expresión de sus actores nos remonta al más sofisticado de los dramaturgos del teatro realista de principios del Siglo XX. Y en esto Jesse Eisenberg (sí, el muchacho que competía con Michael Cera por quién le pone más cara de nada a un personaje) se lleva todos los laureles. La frialdad con la que éste interpreta a Mark Zuckerberg es tal que divaga sola por el sendero más sencillo a la emotividad. Eisenberg hace del billonario más joven del mundo un hombre común, así como Fincher hace de la historia de Facebook una dulce anécdota universitaria, casi como una travesura que se fue de las manos y pasa de comedia juvenil a thriller judicial. Pasaje turbio del que el director de The Game (1997) y Panic Room (2002) sabe cómo caer bien parado.
A la calidad del reparto agrégenle la frescura y credibilidad en los papeles secundarios de Andrew Garfield y Justin Timberlake, éste último interpretando al avispado creador de Napster. Ambos, junto con el resto de los actores -la mayoría muy correctos en sus interpretaciones- cierran un círculo casi perfecto que recrea la historia tal y como pareciera que fue.
Si bien todo esto no hace más que ensalzar la película, cabe advertir que no a todos les podrá llegar una historia con tantas contrariedades y jaques a principios, así como tampoco el ritmo tan austero del que goza. The social network es un film violento con el espectador: remata la premisa en la retina y el cerebro con la misma facilidad con que el Facebook se metió en el imaginario social de esta generación. Difícil escapar de las garras de un mecanismo comunicacional tan tramposa y efectivamente pensado, así como también es difícil no quedar agradecido con Fincher por esta pieza de oportunismo virtuoso llevado al celuloide.