Dirigido por Carlos Castro, escrito junto a Gustavo Alonso y basado en textos de Patricia Bargero, Regreso a Coronel Vallejos explora el pueblo de General Villegas con respecto al lugar que ocupó en las novelas de Manuel Puig y a través de la historia personal de Bargero.
“Solamente respiraba dentro del cine”. De chico, Puig sentía que vivía en un western. Vivía en General Villegas, un pueblo de la pampa bonaerense cuyo paisaje es algo así como la ausencia de un paisaje, en sus propias palabras. Su amor por el cine se ve reflejado en lo que escribe y él mismo explica, en algún momento, que para escribir se nutre de él porque es todo lo que tiene.
En sus novelas La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, Manuel Puig retrata personajes y rincones de un pueblo ficticio llamado Coronel Vallejos que todos supieron identificar rápidamente como General Villegas. No obstante, el hecho de que Puig se haya inspirado en su pueblo natal no es tomado como un homenaje sino que es usado para acusarlo de desparramar chismes.
El documental que dirige Castro recopila testimonios de gente del lugar, de diferentes generaciones, y así deja en evidencia que hay varias maneras de leer a Puig (como a cualquier autor): están quienes aprecian su literatura por sí misma y quienes no pueden evitar tener en cuenta el contexto. Claro que el tiempo ayuda a despegarse de la carga contextual que tiene su obra y las nuevas generaciones ya no están muy embebidas de los prejuicios y resentimientos de la gente que en aquel momento se sintió tocada y llegó a pedir que nunca más volviera Puig. Es que el rechazo que sufre es tal que a la adaptación cinematográfica que realiza Leopoldo Torre Nilson de Boquitas pintadas ni siquiera se le permite proyectarse en el pueblo cuando se estrena.
Castro rescata además una conferencia de prensa y una entrevista inédita a Puig que se realizó para un programa que nunca llegaría a ver la luz. Así, su propia voz se va intercalando en el relato que, de todos modos, tiene como eje principal, como guía del relato, a Patricia Bargero, una mujer que tras un accidente queda postrada en una silla de ruedas y comienza a leerlo y a sentirse atravesada por lo que lee. “El tipo se metía conmigo”, intenta explicar esa conexión que, de repente, siente con su obra, la mujer a la que luego apodarían la viuda de Puig.
El documental cuenta además con una muy cuidada fotografía, con planos abiertos que retratan el no paisaje pampeano estático y las calles del pueblo durante pleno otoño, y algunos más cerrados en los hogares para describir a quienes brindan testimonios (en el fragmento en que se entrevista al descendiente de Caravera -la familia más ofendida con Boquitas pintadas– se puede apreciar el ojo cinematográfico de Castro para captar detalles; es un entrevistado discreto y bastante reacio a hablar y Castro lo retrata a través del lugar que lo rodea).
No resulta necesario además informar quiénes son los que hablan a través de alguna leyenda, lo hacen ellos por sí mismos. Y la posición que decide tomar es personal pero neutral al mismo tiempo, sin emitir juicios sobre el escritor ni la gente de aquel pueblo de donde también procede el propio Castro.
Como el film elige centrarse especialmente en General Villegas y en lo que concierne a Puig al respecto, que es la época más temprana de su vida, es que no se ahonda en temas como su sexualidad o militancia, apenas una persona en toda la película se atreve a pronunciar la palabra puto.