En este documental, escrito y dirigido por Guillermo Bergandi, se explora la historia de la primera cooperativa trans de América y lo que es ser mujer trans hoy.
“El ser una misma es un proceso”. Y estas mujeres trans que hoy protagonizan Reina de corazones han pasado cada una por el suyo, procesos parecidos pero distintos porque cada viaje es personal. Por eso también uno de los momentos más bellos de la película es aquel en el que cada una da su definición de qué es ser trans, donde diferentes voces se encuentran conectadas.
Bergandi va intercalando las historias de diez mujeres trans junto a la historia de la cooperativa de teatro a la que pertenecen, un lugar creado para sacar a estas chicas de la prostitución en un mundo que, como aclara una de sus protagonistas, avanza mucho a nivel tecnológico pero con la sociedad sigue atrasado. Para ellas, conseguir trabajo, estudiar, todo resulta más difícil y muchas veces la prostitución parece ser la única opción viable.
Los testimonios van presentando quiénes son, qué hacen, cómo llegan a la cooperativa. Al mismo tiempo se cuelan imágenes sobre las obras de teatro que van produciendo, siempre realizadas a pulmón.
Reina de corazones logra mostrar a estas mujeres trans de un modo muy honesto y fresco. Frente a cámara no temen abrirse, narrar sus miedos, sus sueños, sus proyectos. Bergandi las filma y las retrata de un modo convencional, hablando a cámara, siguiéndolas en algunos momentos de su vida o en su cotidianidad, y observándolas trabajar en la cooperativa, ya sea arriba del escenario o desde abajo. Y sin embargo son ellas las que le brindan una dimensión especial al film, con sus personalidades fuertes.
Como detalle: cuando hablan de la educación y muestran la experiencia de alguna de ellas, el documental dialoga con otro de reciente estreno, Mocha.
La banda sonora le termina de imprimir ese tono entre lo melancólico y lo optimista. Porque más allá de que muchas veces las historias que cuentan son difíciles, lo hacen con la frente alta y a veces con una sonrisa. Lucharon y superaron algunas de las adversidades a las que están expuestas por su condición. Y sin embargo saben que la expectativa de vida promedio para ellas es de 35 años o que hay trabajos que nunca van a poder conseguir porque nunca serían aceptadas.
Más allá de ser muchas voces, de diferentes contextos y edades, el film no se pierde entre ellas sino que logra un equilibrio justo para lo que pretende retratar. Las experiencias son distintas porque vienen de distintos lugares y porque también el abanico de edades es amplio.