La nueva película de la directora Rakhshan Banietemad intenta retratar a través de diferentes pequeñas historias apenas conectadas una con la otra, una Irán contemporánea. El film comienza justamente con uno de los personajes más pequeños, al que menos conoceremos, pero que es fundamental: un periodista que quiere retratar a través de una cámara esta sociedad. Así, se sube a un taxi y comienza la película. De un personaje se irá a otro, de un escenario a otro.
El taxi quizás es lo que mejor funciona como nexo entre cada historia, aunque por momentos esa necesidad de conectarlas se sienta un poquito forzada, siendo el montaje un eslabón débil del film (aunque mucho puede tener que ver el hecho de que su directora, al saberse prohibido realizar largometrajes allí, simulara realizar cortometrajes que en realidad juntaría para derivar en esta película). No obstante, el trabajo que se hace con la cinematografía da lugar a imágenes cuidadas y potentes que cuentan mucho por sí solas.
Con un guión que a veces no termina de ahondar lo suficiente en cada uno de los conflictos, en realidad casi como que elige en cuáles sí y cuáles dejar un poco más en el aire, el film relata estas historias conectadas de manera un poco débil a veces, pero siempre muy honesta. Y las actuaciones terminan de impregnar por momentos al film de un aire documental.
Lo más curioso de este film es que a la larga, esta Irán retratada aquí no dista demasiado de una sociedad que todos conocemos, estemos donde estemos. Sus historias son de una identificación fácil, en las que se incluye temas como la política, las diferentes situaciones económicas, la violencia de género, el amor – el desamor, el sexo.
Una mirada crítica a una sociedad donde hay analfabetismo, machismo, crisis económica, desempleo, represión. Y donde lo que no hay es libertad. Un retrato con ojos de mujer, porque son ellas principalmente los personajes que más sufren, pero también los más fuertes, aunque suelan ser empujadas a situaciones desfavorables como la prostitución, la violencia de género, el suicidio o la droga.
Dura, con un dinamismo que le escapa al prejuicio “el cine iraní es aburrido”, Relatos Iraníes funciona como retrato y espejo de una sociedad que a veces nos resulta ajena, pero que en realidad se parece a la nuestra un poco más de lo que pensábamos.