Experimentos desaconsejables.
Los integrantes del equipo científico protagonista de Resucitados deberían ser los primeros en saber -como Hollywood les ha venido demostrando en centenares de películas- que los experimentos como éste, en el que ellos ya llevan invertidos varios años, siempre, siempre, terminan mal. Se trata, otra vez, de devolver la vida a seres que ya la han perdido, aunque en este caso no es por el capricho de jugar a ser Dios, sino con el noble propósito de auxiliar a la medicina. Con el empleo de la electricidad y del suero que ellos han elaborado y bautizado Lazarus y planean aplicar a seres recién fallecidos, pretenden extender ese tiempo extra que la naturaleza a veces concede a fuerza de laboriosos métodos de reanimación para darles a los médicos más posibilidades de recuperar a sus pacientes.
El grupo lo encabeza un científico llamado Frank, quizás en homenaje al famoso moderno Prometeo con el que, según algunos, Mary Shelley inauguró la ciencia ficción, y lo integran su colega y novia, la bella Zoe, tan comprometida con la investigación que no ha tenido tiempo para convertir el romance en matrimonio; un experto en informática, otro asistente no tan esmerado y una joven encargada de registrar con su cámara el desarrollo de la investigación.
La primera experiencia es con un perro, y hasta ahí todo parece marchar bien, pero cualquiera sabe que el éxito no se prolongará demasiado para que empiecen los sustos. Esa prometedora primera parte, que cierra con la imagen del pichicho mirando a Zoe dormir y la primera de muchas pausas con la pantalla a oscuras, les da a los científicos la primera señal de que el estudio tiene sus efectos no deseados y al espectador, la primera sospecha de que a la película tampoco le irá del todo bien.
En realidad, pronto empezarán los sobresaltos, fruto de efectos cada vez más remanidos y baratos, y con el avance de la acción se comprobará que todo no pasa de un gran pastiche resultado de la mezcla no muy habilidosa de muchos productos del género y que puede ir empeorando en términos de cine de presunto horror sobrenatural y suspenso hasta llegar a un final tan confuso como frustrante. No es culpa de los actores, que hacen lo que pueden hasta donde pueden, que no es mucho con una producción casi tan limitada como la imaginación de los libretistas.