Comedia de opuestos
Entre sus fallas, la comedia con Imanol Arias y Darío Grandinetti tiene demasiados desvíos narrativos en chatos personajes secundarios.
Un hombre pregunta por una dirección en el centro porteño y recibe, por parte de un ejecutivo español de una multinacional, una indicación equivocada. Ese pequeño incidente dispara una venganza desmedida y el comienzo de una guerra ridícula entre ellos.
El ejecutivo está interpretado por Imanol Arias, y Darío Grandinetti se pone en la piel del hombre que le reclama una indemnización al español que lo mandó a cualquier parte por haber llegado tarde a una entrevista laboral. La dinámica de los dos comienza como el juego del gato y el ratón, pero una vez que el español detecte, tal vez demasiado tarde, que todo lo que valora de su vida está en crisis, los personajes antagónicos descubren que tienen mucho en común.
El argentino radicado en España Lucas Figueroa consigue los puntos más altos de Retiro voluntario con el filoso intercambio de diálogos entre Grandinetti y Arias, más allá de una notoria propensión hacia las más porteñas puteadas. El director falla al encasillar en un tedioso imaginario de argentinidad a los personajes más desaforados, como el encargado de seguridad, interpretado por Luis Luque, que se vuelve el lugarteniente del español en su pequeña guerra privada.
En sus mejores momentos, Retiro voluntario demuestra que la comedia puede ser un gran vehículo para describir un contexto represivo, jugar con la inseguridad o hablar sin tapujos de los despidos masivos de las corporaciones en tiempos de crisis.
En una película con demasiados desvíos narrativos en chatos personajes secundarios, el principal problema aparece con el excesivo peso que Figueroa le otorga a una candorosa vuelta de tuerca para resolver el conflicto. El cineasta renuncia demasiado pronto a ese entretenido ida y vuelta entre los personajes opuestos de Imanol Arias y Darío Grandinetti.