El verde y húmedo paisaje de Galicia, escenario de una historia en la que se mezclan el thriller y el drama familiar
Siempre es difícil volver a casa, y más cuando uno se ha ido de manera tan brusca y desventurada como Alvaro, que hace diez años escapó con la compañera de su hermano, abandonó a su mujer y su hija y provocó una tragedia que el pueblo no perdona ni olvida. Pero la hora de volver llega cuando le avisan que su padre moribundo lo reclama, y allá va el hombre, adusto y melancólico, rumbo al verde y húmedo paisaje de su Galicia natal. Lo que encuentra, claro, es la hostilidad de todos: la de la familia, a la que provocó tantas heridas, y la de todos los demás, porque en el pueblo chico-infierno grande que todo lo calla no son bienvenidos los viajeros y, mucho menos, los que amenazan con alterar otra vez su aparente normalidad.
Hay mucho por esclarecer en esa maraña de mentiras, secretos y rencores que Alvaro ha preferido dejar atrás, pero ahora el legado del padre y su propia culpa lo llevan a enfrentarla: quiere reconciliarse con la hija que abandonó, y recuperar algún diálogo con los dos damnificados directos de su viejo pecado: su hermano y su ex esposa, ahora convertida en la mujer del hombre fuerte del pueblo.
El drama familiar está por un rato en primer plano y allí el director de origen colombiano Luis Avilés Baquero muestra bastante buena mano para pintar el ambiente de la cerrada comunidad gallega y las inquietudes que el recién llegado genera por su sola presencia. Pero poco después, la muerte (¿accidental?) de una joven prostituta del club local involucra a Alvaro, que de pronto se vuelve aprendiz de investigador con la ayuda de su hija, mientras el film toma sin demasiada convicción el rumbo del thriller.
No hay nada demasiado original en esta intriga que Avilés intenta sostener con más oficio que imaginación y atendiendo más a la creación de climas que al dibujo de los personajes; lo reprochable es que en el camino hacia un desenlace bastante poco convincente, el drama familiar va perdiendo presencia y también convicción. Con todo, esta ópera prima supone una decorosa carta de presentación para Avilés, entre cuyos aciertos pueden contarse el aprovechamiento expresivo de los escenarios gallegos, bien fotografiados por Ricky Morgade, y el inteligente uso de la música de Sergio Moure y Diego Lipnizky. Xavier Estévez y Manuela Vallés (padre e hija en la ficción) encabezan el correcto elenco.