Cuando el pasado se hace presente
Luis Avilés lanza su ópera prima Retornos (2010), un thriller dramático que combina cada pieza logrando una historia simple que irá cobrando magnitud a lo largo del film. El tiempo será el hilo conductor de la trama, donde pasado y presente confluyen en uno y el agua, a modo de designio fatal, se transforma en un elemento trágico que rodea a los protagonistas.
Álvaro (Xavier Estévez) regresa a su pueblo para ver a su padre y enfrentar un hecho del pasado que lo alejó de su hermano (Xosé Manuel Olveira) y su hija Mara (Manuela Vellés). Como un típico thriller, la acción se desarrolla por la llegada de un extraño, alguien ajeno al lugar -Álvaro encarna ese tipo de personajes- que ya no es bien recibido en su pueblo e intentará develar lo que pasa allí.
Pero el film va más allá del género y ahonda en las relaciones de Álvaro con su hermano y su hija, lo complejo de las relaciones familiares, los lazos de sangre y las consecuencias de las acciones. Es allí donde el film se vuelve intimista, donde la melancolía y la soledad de los protagonistas se presenta a través de los detalles más mínimos.
El tiempo no sólo va rearmando la trama sino es el que le otorga significación. Es el pasado el que resignifica el presente de los protagonistas y los enfrenta consigo mismos. La imagen se condensa de símbolos, el agua como el disparador de la tragedia, los caminos tanto como lugar trágico, como el retorno del protagonista a su pueblo, a su historia y como resolución del drama.
Retornos augura un muy buen comienzo a Luis Avilés, con una estética simple, intimista, con una fotografía impecable, sumerge al espectador en el drama de las relaciones humanas y lleva al suspenso a otro plano, no al de una acción sobrecargada de efectos y de velocidad sino que lo presenta en un espacio detenido entre el pasado y el presente.