Meryl Streep, buena rockera
Lo mejor de esta comedia dramática es Meryl Streep, quien aquí demuestra otra vez que puede volver creíble cualquier personaje, inclusive una rockera un poco pasada de época como Ricki, cantante y líder del grupo The Flash. Ricki le ha dedicado la vida a la música y no tanto a sus hijos, por lo que al regresar al hogar cuando su hija (en la ficción y en realidad, Mamie Gummer) es abandonada por su marido, no tiene mejor idea que servirle de consuelo, a pesar de que nunca tuvo la mejor relación con ella.
El guión de Diablo Cody no es de lo más original, y recuerda algunos films ochentistas como "Light of Day", de Paul Schrader (de hecho el personaje de Streep parece inspirado en la Joan Jett de ese film, y también canta temas de Bruce Springsteen) y un poco a "Reencuentro" ("The Big Chill") de Lawrence Kasdan. Sólo que aquí está todo al servicio de la protagonista y su hija, al punto que hasta Kevin Kline luce apagado. En cambio, quien sorprende es el semiolvidado rocker Rick Springfield (que en sus buenos viejos tiempos ya había protagonizado alguna película), como el guitarra líder y algo más de la banda de Ricki.
Jonathan Demme, que conoce bien el mundo del rock por haber dirigido documentales como "Stop making sense", de Talking Heads, intercala con oficio los chistes y momentos dramáticos relacionados con el choque cultural entre la rockera y el resto serio de la familia. También maneja el ritmo, aunque no logra sacarle esa sensación de déjà vu a muchas escenas del film.
Y Meryl Streep canta muy bien, y hasta toca la guitarra rítmica.