Y una vez más el prolífico y extremadamente ecléctico François Ozon se aparece con un film que nadie esperaba de su parte. Aunque en esencia una obra fallida, Ricky (2009) resulta una ingeniosa curiosidad para los tiempos que corren: hablamos de una fábula fantástica acerca de la responsabilidad paternal y lo insoportables que pueden llegar a ser los hijos. Este bebé con una capacidad excepcional se le escapa hasta al propio realizador, aquí apenas un turista en el género. En síntesis, una buena idea desaprovechada en función de un desarrollo exiguo y un final marcado por una metáfora muy trillada…