Dirigida por Laura Ortego y Leonel D’Agostino, y escrita por este último, Río Mekong es un documental que en sus 60 minutos narra la historia de quien de adolescente escapa de la guerra civil de su Laos natal, primero cruzando a nado el río que da título al film y luego viajando hacia Argentina a fines de los ’70 para encontrarlo en su actual cotidianidad.
Vanit Ritchanaporn escapa de la guerra civil que azota a su país y para eso cruza nadando el río Mekong, dejando su tierra y a su familia atrás. En 1979, tras un acuerdo con la ONU, nuestro país se ofrece a recibir a refugiados provenientes del sudeste asiático y así llega a la Argentina. Después de que las cosas no se dieran como habían sido prometidas (luego de una maniobra con fines más políticos que solidarios), con el tiempo logra establecerse junto a otras familias de su mismo origen en Chascomús, donde hoy se encuentra la comunidad laosiana más numerosa de Latinoamérica.
Río Mekong va siguiendo a Vanit en su cotidianidad, presentando su trabajo y su familia pero cediéndole mayor importancia y lugar a sus raíces, aquellas a las que no pudo regresar físicamente pero que están siempre con él, aun después de haber sido obligado a convertirse en otra persona al exigirle el cambio de nombre, lo primero que nos brinda identidad. La aparición más importante de otro personaje es el de su hija, una adolescente como el resto de sus amigas pero que en su casa habla laosiano y quien se convierte en reina de un festival de colectividades gracias a cierto arreglo que coordina su padre.
La película comienza con una leyenda que nos sitúa en contexto, con el derrocamiento de la monarquía en Laos y el ofrecimiento de nuestro país para recibirlos. Luego adopta su tono, entre poético e intimista, siguiendo a su protagonista y enmarcado generalmente en la naturaleza de la que vive rodeado. Al principio también se cuelan unas pocas imágenes de archivo, las justas y necesarias. Entre entrevistas e imágenes observacionales que siguen de manera discreta a su protagonista, se termina de delinear este retrato.
Esta primera película que dirigen tanto Laura Ortego (que es ante todo fotógrafa) y Leonel D’Agostino (guionista tanto de tv como de cine) cuenta con una hermosa fotografía, que sabe capturar a sus personajes y su entorno sin que uno se imponga al otro. En su breve y concisa duración logra narrar tanto la historia a contar como expresar aquello que queda sobrevolando: las sensaciones. En medio de ese retrato de la cotidianidad de ese personaje se van desplegando de manera sutil otras aristas, aquellas ancladas a la inmigración y el desarraigo.