Y con altura
La anécdota central de esta película parte de una temática sensible y candente para la sociedad estadounidense, algo curioso considerando que se trata de una divertida comedia de acción de Hollywood, protagonizada por Ben Stiller y Eddie Murphy. La extendida situación que se dio durante y después de la crisis bursátil del 2008, en la que muchos ciudadanos de las clases medias se vieron estafados por empresas especuladoras, ya sea perdiendo sus casas luego de haberse retrasado en apenas un par de cuotas hipotecarias o viendo desaparecer de la noche a la mañana todos sus ahorros, invertidos en bonos u acciones volátiles. Aquí la acción se centra en uno de los edificios más seguros y lujosos de Nueva York, en pleno Columbus Circle. En la ostentosa suite del último piso vive un magnate de Wall Street, que queda en arresto domiciliario por haberse llevado cifras millonarias de sus inversores, además de haber estafado a muchos de los trabajadores del edificio, quedándose con sus jubilaciones y arrojándolos a la pobreza.
Es así que un pequeño grupo de ascensoristas, mucamas, porteros y limpiadoras, sin mucho que perder, deciden hacerse de una revancha. Quizá no tengan experiencia en robos, pero conocen al detalle todos los rincones del edificio, más las rutinas del estafador en cuestión, y despliegan un plan con el objetivo de robarle una gran suma de dinero de su caja fuerte. Habrá que ingeniárselas para entrar al edificio sin ser advertidos, y saltarse los mecanismos de seguridad, más una custodia del FBI que lo vigila las 24 horas. Y aquí hay un doble acierto: el primero es que Alan Alda -veterano de la escuela de Woody Allen- está impecable en su rol de estafador de cuello blanco; es el perfecto empresario amable, sonriente y cordial al que es necesario rascar un poquito para encontrarle un costado soberbio, petulante y desagradable. Un villano odioso como pocos. Por otra parte, es notable ver a este grupo de incompetentes, arrojados al emprendimiento más grande de sus vidas y acudiendo a un supuesto profesional (Eddie Murphy), en definitiva, no más que un descuidista de poca monta. Se dispara un humor casi siempre efectivo en donde abundan los diálogos absurdos e inconducentes, la burla socarrona y el gag disparatado -la secuencia de acción que involucra a varios de los personajes y al auto de Steve Mc Queen, colgado a un centenar de metros de altura desborda originalidad-. El guión tiene sus huecos -sobre todo al final; hay un par de elementos resolutivos que parecen muy traídos de los pelos- pero está escrito por gente experimentada que ya había logrado entretenimientos sólidos; los guionistas Ted Griffin (La gran estafa) y Jeff Nathason (Atrápame si puedes). Y no deja de ser atractivo reencontrarse con un par de actores como Matthew Broderick y Eddie Murphy dando lo mejor de sí, reflotados luego de un buen tiempo de no vérselos en producciones de calidad.
Robo en las alturas es una efectiva película de género que logra lo que se propone, que se nutre de gente talentosa y que tiene el poder de cambiarle el semblante al espectador. Es mucho más de lo que uno viene acostumbrando recibir en las salas.