Rojo

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Si algo tiene "Rojo" es que no es una película del montón, y eso la hace más atractiva. Tampoco es una de esas que les gusta a todos, y eso obliga a que el espectador afine los sentidos. Esta es una historia ambientada en 1975 en un pueblo pequeño de la Argentina. Eran los momentos previos de la peor dictadura militar que sufrió este país y aquí es cuando se realza más el trabajo del director Benjamín Naishtat. Porque no puso el foco en los desaparecidos o en cómo mataban los militares, ya visto en tantas películas necesarias sobre ese tema, sino que quiso mostrar cómo fue el caldo de cultivo en la sociedad civil, y cómo eran (y lo siguen siendo) los poderosos. Claudio (logrado personaje de Grandinetti) es un abogado todoterreno, cuya impunidad disfruta. Después de una discusión circunstancial con un hombre en un restaurante sucede un hecho por el que cualquier mortal purgaría una condena. Pero él todo lo puede. O así parece. Hasta que llega un detective famoso (correcta labor de Alfredo Castro) y le quita la careta. La resolución de esta historia tiene una escena que recuerda el final de "La Patagonia rebelde", aunque el director le confesó a este diario que ese guiño fue involuntario. En esa mirada a cámara el personaje pasa de victimario a víctima. Pero, como en el rol de Héctor Alterio en aquel filme, tampoco genera lástima. Para ver, reflexionar y ejercitar la memoria.