“Retrato de una época, de una familia y de una vida que nos toca el corazón”
Los premios son tan relativos como el gusto que tenemos las personas, sin embargo, si una película recibe 10 nominaciones, es para dedicarle las dos horas y cuarto que dura y sacar nuestras propias conclusiones. Tuve la suerte de verla, y digo “suerte” porque Roma no solo es una película, sino una obra de arte en todo sentido: fotografía, sonido, caracterizaciones, vestuario, adaptación del contexto sociohistórico, dirección, iluminación, guión, interpretaciones; etcétera.
Mucho tiempo hacía desde que no quedaba suspendida frente a una pantalla durante más de dos horas en las cuales lo único que atinaba es a reacomodarme en el sillón. ¡Roma es una maravilla!
Es la historia de una familia de clase alta de México, allá por la década del ’70. El autor retrató la época qué el mismo transitó siendo niño. En aquel entonces el país no estaba sumergido en una dictadura, pero sí gobernada por políticos que aplicaban la represión ocasionalmente para mantenerse en el poder. Y si bien el foco de la película no es lo político en sí mismo, se puede observar algo de lo que fue el famoso Halconazo, un ataque desplegado por un grupo paramilitar llamado “Los halcones” hacia jóvenes que defendían a los estudiantes de Monterrey, y que se desató en plena ciudad a mediados del ‘71. En definitiva, un México bastante agitado y caótico.
En medio de ese caos, Alfonso Cuarón, el director, narra la vida de una familia pudiente en cuya casa conviven dos empleadas domésticas, una de ellas Cleo, protagonista del film. Ellas se encargan de absolutamente todo, desde la limpieza y los mandados, hasta el cuidado de los 4 hijos de la familia en la cual el padre está prácticamente ausente. Amadas por esta familia, transcurren sus días, y al parecer en principio no habría mucho que entender, hasta que a mitad de la película se desata un conflicto unido por varios hechos que implican tanto a Cleo como a su patrona. Un tema siempre presente es la jerarquización social que atraviesa todos los acontecimientos. Las cuestiones cotidianas más profundas podemos encontrarlas en películas como ésta, donde por supuesto el ritmo es el que tiene la vida misma. Ninguno de nosotros tiene vidas en las que minuto a minuto pasen cosas extraordinarias. Esa es la primera maravilla que encuentro en Roma, y que no sería lo que es si no estuviera estupendamente relatada, y no me refiero solo al guión, sino a la calidad de la filmación, pocas veces vista, digna de un talentoso como lo es Cuarón, este mexicano que ya nos sorprendió en su momento con Gravity, un film que transcurre en el espacio, mucho más espectacular y efectista. ¿Tiene un don para contar historias? Indudablemente sí, y quienes amamos la simpleza, le agradecemos infinitamente su sensibilidad para mostrar hechos cotidianos con una profundidad tan especial que nos convierte en uno más de esa familia, que nos mete de lleno en la historia y sus personajes, por empatía, por admiración, desde la nostalgia o desde la curiosidad.
Sigo convencida de que es “una obra de arte”, con lo cual coincido con todos aquellos que la consideran una de las mejores películas de los últimos tiempos. Hay quienes ya la enmarcan dentro del término “poesía audiovisual”. No puedo estar más de acuerdo. ¡Qué belleza cada imagen! Retrato de una época, de una familia y de una vida que nos toca el corazón. Y si vamos a buscar efectos y estallidos, por supuesto que no los encontraremos en Roma, por lo contrario, sí podremos navegar la profundidad de la vida misma a través de los ojos de Cuarón y sobre todo, a través de la mirada de Cleo, esa empleada doméstica que nos invita a contemplarla, como si estuviéramos estupefactos frente a un cuadro al que no podemos quitarle la vista de encima.