¿Cuántas veces se vio en pantalla grande una historia totalmente destruida? Los clásicos que están impregnados en el inconsciente colectivo generan grandes expectativas en el espectador y es por eso que se debe tener cuidado. Una decisión fallida y la película se desmorona.
Eso es lo que sucede en Romeo y Julieta. Carlo Carlei quiso volver a lo clásico, calcar el Shakespeare de las hojas en la pantalla. Ya se sabe: dos jóvenes que se enamoran pero sus familias están enfrentadas, por lo que su amor será clandestino pero intenso. Error. Sorprende que Julian Fellowes, creador de la exitosa serie Downton Abbey, haya fracasado de semejante forma en esta nueva adaptación del film.
En realidad, son varios los factores que hacen de esta nueva versión un completo desastre. El eje del problema son los actores; muy jóvenes, con poca expresión y con un guión complejo. Así, no logran transmitir ningún tipo de emoción. Ninguna de las palabras que dicen parecieran sentirlas, da la sensación de que las están simplemente repitiendo frente a una cámara. Douglas Booth, encargado de encarnar a Romeo, es un simple galán británico del cual todas las adolescentes se enamorarán por su físico y cara bonita. Hailee Steinfeld (Julieta) es quizás la más acertada, sin embargo, por momentos hay sobreactuación en la inocencia de su personaje.
Tal vez lo único rescatable sea la escenografía, el vestuario y la música. Una lástima que nada de eso se pueda apreciar o complementar con la emoción que debería tener la historia.
Es imposible no hacer referencia a Romeo+Julieta, de Baz Luhrmann, en la que cada personaje es importante, en la que los buenos son extremadamente buenos y los malos son seres oscuros, realmente villanos. Nada de esto se ve en la adaptación de Carlei, tampoco nada innovador.