Una nueva obra de Ethan y Joel Coen muestra el detrás de escena del maravilloso mundo cinematográfico, con su lado luminoso y su lado oscuro, en una brillante comedia.
La esperada vuelta de los hermanos Coen viene de la mano de un film cargado de humor negro y críticas a la industria. Está dedicada a todo tipo de público, desde los más entendidos del séptimo arte hasta los espectadores casuales a los que más de una carcajada le van a robar.
Esta historia transcurre en los años 50 en Hollywood, precisamente en los estudios Capitol Pictures, donde la nueva producción “Hail, Caesar!” se encuentra en pleno rodaje con una de sus grandes estrellas de la industria: Baird Whitlock (George Clooney). En los últimos días de filmación, el actor es secuestrado, por lo que su productor y cabeza del estudio, Eddie Mannix (Josh Brolin), deberá emprender una búsqueda, mientras se encarga de cada una de las estrellas de su estudio.
Hail, Caesar! (Salve César) quizás no sea la mejor película de los Hermanos Coen pero está cerca de serlo. No es una obra a la altura de El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998), pero sí se hace frente a películas de su trayectoria como El Gran Salto (The Hudsucker Proxy, 1994).
El guión responde a una estructura narrativa compleja: contiene una decena de personajes con los que lidia Mannix para solucionar sus problemas profesionales y personales, interpretados por un elenco de grandes renombres de Hollywood que se lucen en sus papeles.
Las tramas tocan desde cuestiones políticas entre el capitalismo y el comunismo, como también el estereotipo que mantenía Hollywood en esa época dorada del cine, el llamado “star system” donde las estrellas de los films debía mostrar todo lo que estaba bien y así ocultar sus secretos sucios del público. Es allí donde el personaje de Brolin navega a lo largo de toda la película cruzándose con actores de larga trayectoria, otros que vienen de la transición del cine western al dramático, directores consentidos, guionistas olvidados y muchos, muchos extras.
Entre escenas musicales y pintorescas escenografías, esta dupla de talentosos directores regala unos momentos memorables de comedia entre pequeños gags y guiños, como una carta de amor al cine de la “época de oro” con una excelente ambientación y una historia que saca a la luz la batalla de ideologías que se vivía en los 50′.