Dirigida y escrita por Bárbara Sarasola-Day, Sangre blanca es un thriller que tiene como protagonistas a una hija y su padre distanciados en medio de una situación peligrosa relacionada con el pasaje de drogas a través de la frontera.
Eva De Dominici es una joven que llega junto a un muchacho a Bolivia. Pero él se siente mal y en la habitación de un hotel, fallece. De a poco se va comprendiendo lo que sucedió: ambos fueron convencidos para pasar droga dentro de sus cuerpos de un país a otro y una de esas cápsulas reventó en el cuerpo del muchacho. De repente la chica se queda sola, en un lugar que no conoce y con la amenaza de lo peor por parte de quienes manejan el negocio.
No tiene a nadie, ni acá ni allá, pero entonces decide llamar a su padre, un hombre que se alejó de su vida, que nunca se hizo cargo ni la reconoció y que, aparentemente, no tiene ninguna razón para querer ir a ayudarla. Y sin embargo termina cediendo y se convertirá en su cómplice, mientras intentan terminar con aquello por lo que ella está ahí y poder seguir adelante. En otras palabras, necesitan recuperar todas las cápsulas de cocaína, incluidas las que quedaron dentro del cuerpo del ahora cadáver.
La película de Bárbara Sarasola-Day apuesta al thriller y no escatima a la hora de crear imágenes no aptas para sensibles. Lleva al límite a sus personajes que, a la larga, no quieren más que sobrevivir y salir de esa terrible situación en la que se vieron de repente inmersos.
Por debajo de la película de género también está la crítica social al mundo del narcotráfico e incluso a las posibles consecuencias que una ruptura de lazos familiar temprana puede generar.
Hay que resaltar que De Dominici logra un muy buen trabajo teniendo al lado a un actor como Alejandro Awada, siempre capaz con personajes oscuros y poco agradables. No obstante ella pone el cuerpo y se banca largos planos que recaen en no mucho más que sus expresiones.