Marco Bellocchio presentó esta película en el Festival de Venecia el año pasado. Todos esperábamos la nueva propuesta ya que con su trayectoria, sabíamos que su reconstrucción de espacios, su apego a la nostalgia y sus tramas entrecerradas, prometía mucho. El punto de partida es el set principal: una cárcel abandonada y, como buen italiano que no puede separar su tradición del espacio, incluye elementos religiosos y nada mejor que una monja atrapada en ese espacio que arma el epílogo. Como si eso fuera poco, la película está estructurada en dos episodios en donde la sangre es lo que une a los personajes: uno por ser el hermano mellizo y otra por ser la fuente de vida.
Marco es un director de cine de autor, con sus talleres de cine y sus espacios experimentales. No busca una narrativa tan lógica como visceral y su obra es personal, por ende se encuentra relatando de su propia vida, en fotogramas. Él mismo perdió a su hermano mellizo en los 80s y no es casual que la historia que vuelve al inicio de su vida, refleje así como otra cinta previamente lo hizo. Sus hijos también participan en el film y su otro hermano de la misma forma.
Esta es la historia de un detective que se encuentra en una cárcel intentando comprender la razón de la muerte de su hermano mellizo, y la piedra angular de esto es una monja. La cárcel, así, funciona como punto de partida y conexión entre pasado y presente.
Probablemente uno de los mejores aspectos sea la fotografía: un uso de contraluces que es realmente precioso. Si bien el rol del director en este tipo de films es inevitable que tenga el peso determinante sobre la interpretación, el vampiro de Aldo Moro es realmente impresionante. Esa aura de que está esperando su fin y ya no puede luchar contra el destino, es hipnótica. Probablemente mi episodio favorito de todo el film.
También es destacable el trabajo de Lidiya Liberman, que representa a esta monja plagada de sensualidad, que puede provocar muertes inclusive, y siempre sin perder ese aspecto inocente y torturado, es precioso. La banda sonora que hasta tiene un homenaje a Metallica es el broche de oro.
El terror así, se tacha de crítica, de melodrama, de ironía. Lo mejor del film, sin embargo, es que “el todo que es mucho más que la suma de las partes”: es el ambiente en donde la lógica no importa, donde la impronta mágica presenta la conexión entre la Historia y la fantasía y hay un dejo onírico que no puede dejar de encantar. Si bien el ritmo y los tiempos no son a los que estamos acostumbrados a ver en pantallas comerciales, vale la pena respirar hondo y entrar a estas cárceles. El cine se inventó para estos paisajes, para dejar fluir a la imaginación, para papeles así de complejos. Es un hermoso regalo.