Nanni Moretti regresa con un documental que narra el importante papel que cumplió la Embajada de Italia en Chile durante el golpe de Estado que derrocó a Allende y tras el cual asumió Pinochet.
El regreso al documental de parte de uno de los directores italianos más interesantes y activos de los últimos años comienza con la imagen de Santiago como una ciudad que se impone ante él.
Nanni Moretti conmemora los últimos días de Salvador Allende en el gobierno y pronto narra lo que sucede tras ser derrocado. Luego de un comienzo con imágenes de archivo y a partir de las voces de diferentes protagonistas de aquella época (trabajadores entre los que se encuentran periodistas, artistas, diplomáticos, profesores), va armando un relato que repasa una parte oscura de la historia de Chile y lo hace con el tono que caracteriza a su director, capaz de meterse en terrenos densos con una cuota de humor que por un lado deja a la vista el absurdo y por el otro sirve para brindar un poco de luz.
En este sentido es clave el hecho de enfocarse en el rol que la Embajada de Italia asume abriéndole las puertas al chileno que por ser opositor de Pinochet, allí afuera, sólo puede esperar el peor de los destinos. Esto que sucede casi a la mitad de la película es el núcleo del film, lo que terminará de definirlo.
Con una estructura clásica de documental, Moretti le cede espacio a las voces de varios protagonistas, no sólo a quienes encontraron refugio en el país del que proviene, sino también a un par de militares que hasta el día de hoy justifican su accionar, hablando con frialdad ante las cámaras y uno enojándose creyendo que el documental iba a ser objetivo. Allí se mete el director, que tiene un par de incursiones pero en general está detrás de cámara escuchando, para aclarar que no, “no soy imparcial”, no puede serlo.
Sin embargo durante gran parte del relato seremos testigos, más que nada, de emotivos testimonios sobre sus militancias, surgiendo historias que suceden en centros clandestinos de tortura o trepando las paredes de la Embajada con sus anécdotas tragicómicas. El juego entre pasado y presente le sirve a su director para contrastar dos Italias, la de antes y la de ahora, y al mismo tiempo espejarlas con Chile.
Moretti rescata una historia poco conocida en el seno de un hecho que, sobre todo acá, ya conocemos. Santiago, Italia consigue ser una película luminosa y melancólica que, con una estructura clásica, mantiene la mirada de autor. Entretenida, dinámica y reflexiva.