Vuelve el maestro de la animación japonesa, Hayao Miyazaki. Vuelve justo tras anunciar su retiro, por lo que estamos ante la última película del reconocido director y animador japonés. Y lo hace a lo grande, con una historia sobre el amor y los sueños.
“Se levanta el viento” es la historia de un soñador, alguien que nunca se rinde. Un muchacho se muere por ser piloto de avión pero cuando su problema de vista se lo impide se dedica a ser ingeniero y logra inmediatamente destacarse entre el resto. Alguien capaz de dar una mano a un extraño. De enamorarse perdidamente. Y seguir adelante. Siempre, aún tras el dolor de algunas cosas que le suceden.
Es que esta película animada indudablemente no está dirigida para un público infantil, sino más bien uno maduro (no digo que sea precisamente adulto, pero sí de adolescente para arriba), es como una especie de biopic, intenta abarcar casi toda una vida, la de su protagonista.
Basada en el ingeniero Jiro Horikoshi, el film de todos modos mezcla mucho la ficción y la realidad. Hay momentos oníricos (quizás los más bellos de todo el film), más formales al verlo trabajando, simpáticos en su mundo cotidiano con su hermana por ejemplo, y románticos y llenos de esperanza que se transforman luego en dolorosos (porque la historia de amor es tierna y emotiva pero también trágica)… y también un registro de la historia de Japón atravesada por la segunda Guerra Mundial. Es una película que intenta ser muchas cosas y lo logra, y eso es algo que no se puede decir de muchos films.
Si bien es una película larga, y se podría incluir alguna elipsis, nunca se hace pesada porque nos mantiene todo el tiempo como hechizados.
Un relato reflexivo y metafórico, de enorme belleza visual y cargado de nostalgia. Por momentos divertido, pero también conmovedor y en algún momento, más triste y amarga. Algo así como la vida misma, pero más linda. “El viento se levanta, tenemos que tratar de vivir”. Sin dudas, mágica.