Horacio Bernades (Página 12):
Periodismo y compromiso con la verdad.
El periodista argentino Sebastián Moro falleció el 16 de noviembre de 2019 en Bolivia, como consecuencia de politraumatismos causados por una golpiza. Por entonces, Moro enviaba artículos, publicados por Página/12, sobre la inminencia del golpe de estado en la nación hermana, y en esos informes denunciaba el avance de la derecha, aliada con las Fuerzas Armadas de ese país. Al día de hoy, la persistencia de sus familiares dio por resultado que haya una causa abierta ante los gobiernos de Bolivia y Argentina, por un crimen que se considera de Lesa Humanidad. Casualmente (o no tanto) la clase de crímenes que Moro investigó para distintos medios.
Sebastián Moro, el caminante recorre los distintos estadíos del ejercicio de la profesión por parte de Moro, desde su Mendoza natal, donde tenía un programa en Radio Nacional especializado en derechos humanos (“no solo los del pasado, sino los que tienen lugar ahora mismo”, apunta una de sus hermanas), hasta Bolivia, donde rápidamente se puso en contacto con la Confederación Única Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia, y con los medios solventados por esta confederación, pasando primero por la radio y luego, en forma definitiva, por el semanario Prensa Rural, donde se afincaría (a Sebastián le gustaba sobre todo escribir”, recuerda otra de sus hermanas).
“Siempre fue un empleado explotado y precarizado”, dice una de sus parientes, testimonio de la intransigente voluntad de Moro por dar cuenta de aquello que nadie quiere ver. Apenas llegado al poder, el macrismo le borró 250 notas, por supuesto irrecuperables. Agobiado por la situación en su provincia decidió viajar a Bolivia, donde por pedido de Página/12 cubriría las elecciones en ese país. Se encontró con lo que no esperaba: un golpe civil y militar y la muerte, consecuencia de seguir escribiendo sus crónicas, hasta último momento. Doce crónicas que lo condenaron, tanto como las que publicó para la prensa local.
La realizadora María Laura Cali recurre a un relato coral, dando voz no solo a los miembros de su familia (su madre Raquel, sus hermanas Penélope y Melody) sino a sus ex compañeros de trabajo, así como a testigos de las torturas infligidas a último momento. Utiliza fragmentos de noticieros, donde se ve a las cholitas rogando por la vuelta de Evo (o llamando a la guerra civil) y a un actor al que siempre muestra de espaldas, como forma de darle cuerpo a esas caminatas por La Paz y El Alto, que justifican el título del film. Delicadamente deja de lado las fotos de torturas, e incluye grabaciones de las conversaciones telefónicas sostenidas por Moro con su familia, hasta la noche antes de su asesinato. “La escritura es lo único que perdura”, dice Moro sobre el final, como si supiera lo que le esperaba. Testimonio de que a veces el periodismo, cuando se lo practica con valentía, puede ser una profesión peligrosa.
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