Noche, jet set, sexo, drogas, corrupción. Elementos que de por sí garantizan una historia interesante, sin importar su formato ni su procedencia. Tal es el caso de Sector VIP.
Decidida a no hundirse de su pueblo del interior, Ginny (Martina Krasinsky) coquetea con Paul (Joaquín Berthold), un exitoso relacionista público de Capital Federal. Ella sueña con ser una artista famosa y él la ayudará. Los trabajos como modelo y actriz llegan pronto, pero también el precio a pagar: acostarse con hombres del poder y entregarse a todos los excesos posibles. En paralelo, Santos (Luis Machín), un periodista con valores de antaño pero ahora venido a menos, trata de concretar un informe sobre la contaminación del río y los oscuros manejos de los políticos involucrados. La joven y el veterano se conocen y entablan una relación más allá de lo sexual. Pero allí está Paul, quien le facilita a Santos documentación capaz de destruir a personalidades de las altas esferas. Así se conforma un triángulo desbordante de desesperación, dilemas y chantajes.
Eduardo Pinto ya había incursionado en el policial con Palermo Hollywood y Caño dorado, donde demostró su buen pulso para las escenas más crudas y violentas, y sus aciertos para dotar a los protagonistas de una tridimensionalidad que permite empatizar con ellos. Basta con repasar el resto de su filmografía para notar que Pinto narra historias de sobrevivientes, de seres que buscan hacer su camino aunque le toque atravesar situaciones peligrosas. Esa línea autoral tiene su continuación en Sector VIP. Aquí el director (gracias al guión de Rodolfo Cella) no escatima en escenas de erotismo y brutalidad. Remite al cine policial argentino de los ‘80 y parte de los ‘90, pero Pinto sabe darle un vuelo propio y propone links con el mundo actual, aunque sin subrayar más de la cuenta ni ponerse tranquilizador.
La ascendente Martina Krasinsky tiene el rol más desafiante de la película; un trabajo exigente desde lo físico y emotivo, del que sale muy airosa. Luis Machín nos recuerda su talento para componer a personajes atormentados, capaces de generar simpatía o rechazo, según la escena. Pero quien se roba la película es Joaquín Berthold como Paul, uno de los individuos más despreciables del cine argentino moderno; una eficaz combinación de estilo, seducción y ferocidad.
Sector VIP nos sumerge en ese microcosmos de glamour, prostitución y fake news, en el que la inocencia y la verdad deben librar una batalla imposible contra un sistema degradado y degradante.