Notable evocación de un hecho clave en la historia de EE.UU.
Hace apenas medio siglo, los negros de EE.UU. todavía no podían votar fácilmente. Las restricciones eran absurdas, pero muy poderosas, sobre todo en los Estados del Sur. Por eso, a comienzos de 1965 la Southern Christian Leadership Conference dirigida por el pastor bautista Martin Luther King, y el Student Nonviolent Coordinating Committee, de John Lewis, decidieron hacer una manifestación pacífica en Selma, un pueblo muy representativo de Alabama. Ya para entonces King había liderado la Marcha Sobre Washington por Trabajo y Libertad (donde dio su bellísimo discurso "Yo tengo un sueño"), había logrado la Ley de los Derechos Civiles y recibido el Nobel de la Paz. Era una figura de prestigio internacional.
Pero el 7 de marzo, en las afueras de Selma, 600 de sus seguidores fueron ferozmente apaleados por unos brutos. El detalle es que eran tan brutos, que no advirtieron cómo el registro periodístico de los hechos iba a impresionar a la opinión pública y a la Casa Blanca. La lucha tomó entonces otras dimensiones. La Justicia Federal, los representantes de la Iglesia Católica, Judía, Ortodoxa, etc., se hicieron presentes. Lyndon Johnson apuró la Ley de Derecho al Voto y el mayor control sobre algunos excesos de los racistas. Aún así, nada fue inmediatamente fácil.
Sobre esos hechos habla aquí Ava DuVernay, cineasta negra. Lo hace con buen despliegue, preciso manejo de la tensión dramática, compromiso personal y gran elenco, donde destacan el inglés David Oyelowo como Martin Luther King, Oprah Winfrey, actriz y coproductora, Tim Roth como el gobernador racista George Wallace, y Tom Wilkinson como Johnson (da bien los gestos, aunque no tiene la fisonomía). Emociona tan sólo saber que algunas de las escenas más fuertes fueron representadas en el mismo lugar de los hechos: el puente Edmund Pettus, los escalones del Capitolio de Montgomery, etcétera. Con justa razón, la película, así como la canción "Glory", son ahora candidatas al Oscar. No así la directora, lo que causó bastante malestar por aquellos lares.
Detrás de esto hay otra historia. Paul Webb, escritor inglés, había colaborado en la reescritura del "Lincoln" de Steven Spielberg, sobre las internas de una votación clave. Hizo entonces un guión sobre las conversaciones de M.L. King y Lyndon Johnson. Lo tomó Brad Pitt, que tentó a sucesivos directores, entre ellos Lee Daniels ("El mayordomo"). Fue Oyelowo quien sugirió el nombre de DuVernay, que hasta ese momento sólo había hecho buenos films de bajo costo, pero se había criado en el Sur (su padre aún vive cerca de Selma). Nadie mejor que ella, entonces, para hablar con conocimiento.
El asunto es que DuVernay cambió algunas cositas del guión. Algunas fastidian a varios historiadores, porque cuenta los hechos desde el actual punto de vista negro en menoscabo de Johnson, que queda bastante mal. Pero otros aportes suyos son indiscutibles: escenas sobre las internas de los movimientos civiles, inclusión de personajes nuevos representando a líderes históricos de segunda línea, mayor desarrollo de la figura de la esposa de M.L. King, imágenes de mucha fuerza y claridad expositiva. Una lástima, que la familia del pastor no haya autorizado el empleo de sus discursos. Hubo que escribir textos "a la manera de", en vez de representar exactamente los auténticos, como el "Cuán lejos, no tan lejos" que cerró aquella histórica marcha. En suma, una obra muy destacable. Y, ciertamente, es un pecado que DuVernay no sea candidata al Oscar como mejor directora.