Lo primero que aparece en pantalla, el prólogo es una escena porno de estilo amateur, sexo explícito en primer plano. Ese video de pocos minutos cambia el rumbo de la profesora Emi porque éste se filtra y su carrera y reputación pasan a correr peligro. Toda la primera parte es un seguimiento del personaje a través de la ciudad de Bucarest en medio de la reciente pandemia que aún nos azota. Allí se pueden ver situaciones que ahora nos parecen de lo más cotidiano, todo esto con un tono que tira más hacia lo absurdo. Situaciones en la calle, locales cerrados, escenas en supermercados. En el medio algunos detalles y diálogos que nos ponen en contexto, como la reunión con su familia.
Es la segunda parte de la película quizás la más extraña desde lo narrativo: todo un capítulo que irrumpe dedicado a un diccionario audiovisual en el que, de manera mordaz y divertida, aparecen temas como la violencia, la religión, el sexismo y tantos otros, todos definidos de manera inteligente y crítica en complemento con la imagen. Si bien en un principio uno podría asociarlo en parte con el Manual Sadomasoporno de Laiseca (en el que el escritor hace una especie de rejunte lúdico de ideas que se van tornando cada vez más narrativas), esta parte del film en un momento se empieza a sentir un poco larga y te aleja de la historia principal en torno a la profesora. Casi podría ser un cortometraje en sí mismo. Sí hay que decir que hay un sentido estético muy logrado: Radu Jude consigue con una imagen decir un montón de cosas de la manera más irónica.
Ya para su último acto seremos testigos del juicio: una reunión con los padres de los alumnos que puede definir el futuro de su carrera. Como J. G. Ballard escribió una vez (en el prólogo a su libro Crash): «la pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada». Después de ese largo e insoportable juicio en el que Emi tiene que escuchar los discursos más absurdos e hirientes -porque además siempre suele ser la mujer la protagonista y el centro de las acusaciones lapidarias en estas situaciones-, llega su explosivo final, una sorpresa que le suma puntos a una película original pero algo reiterativa en su transcurso. Una escena que rompe la realidad para que Emi pueda apoderarse de ella como la mujer libre y poderosa que es, hasta el momento forzada a callarse y bajar la cabeza.
En una cartelera con pocas y obvias opciones, Sexo desafortunado… es una comedia distinta, no convencional, a veces incómoda, que abre a la reflexión y al reflejo como sociedad al poner sobre la mesa temas como los prejuicios, la hipocresía, los límites cada vez más borrosos entre lo público y lo privado, y la forzada corrección política que nos quiere arrastrar hacia la cancelación constante.