¿Y el sombrerito?
Si de propuestas fallidas en lo que dejó el 2009 hemos de hablar, sin duda hay que citar la última película de Guy Ritchie, quien se encargó de utilizar los personajes de la famosa obra de Arthur Conan Doyle para armar una historia pop agarrada de los pelos -ya entenderán el porqué- en una Londres victoriana digital con estética moderna.
Es que no sólo se falló en la ambientación, la musicalización (aunque no vamos a negar que se logra el clima cómico en los momentos de acción con esos pintorescos compases de fondo), y la composición corporal de los ultrajados personajes salidos del cerebro de Conan Doyle, sino que la presencia del mismísimo Sherlock Holmes es un insulto a la memorable novela.
Todo perfecto con esta nueva muestra de calidad y talento por parte del multifacético Robert Downey Jr. -que merecidamente fue premiado en los Golden Globe por este papel-, pero el problema está en lo que le tocó hacer: un personaje demasiado cool para la época (¿por qué el fijador en el pelo?), mezcla del Ichabod Crane de Johnny Depp en Sleepy Hollow y El transportador de Jason Statham, y con esa ambigüedad sexual a la que se ve expuesto en las escenitas de celos que le hace al Dr. Watson. Demasiado puterío para la que pudo haber sido una nueva entrega de la adaptación de aquella gran historia.
En cuanto al ritmo de la película, no decae nunca. Y tenemos desenlace de la trama muy respetable, con un final que invita a una segunda parte si es que se triunfa en la taquilla, algo que ya está pasando a nivel mundial. El reparto es muy correcto, aunque el desperdiciado Jude Law no se luce demasiado, y Rachel McAdams está demasiado varonil. El resto pasa todo demasiado bien, muy justo, entretenido, llamativo y hasta divertido. Se rescatan un par de escenas graciosas como la primera vez que aparecen juntos Holmes y Watson, o la balacera que se descarga Downey Jr. en vano cuando intentan atrapar al villano.
La cámara X-Mo es un elemento aparte que hace al aspecto visual pero aleja a la historia de su esencia, perdiendo encima la seriedad. Como bien dijo un crítico, el ralenti lo ponen para que nos demos cuenta cuan cool es todo lo que estamos viendo. Como si necesitáramos entender todo como niños. Tanta explicación, tanto lío bisexual, tanta estética pop y tanta frescura del protagonista, contrapuestas a las virtudes señaladas en el párrafo anterior hacen a uno quedar al filo de la decisión final, aún cuando se es conciente de que -por muy divertido que haya sido todo- estamos ante un concepto fallido. Y lo más inconcebible es que Holmes no use su sombrerito tan característico.