El empleado del mes
Diego (Diego Peretti) tiene más de cuarenta años, una mujer, una hija, y acaba de perder su trabajo como organizador de eventos. Endeudado, con una familia que le reclama lo que no le puede dar, no encuentra otra opción que recurrir a un tío con plata y bastante buena onda que le presta la casa familiar del Tigre hasta que logre volver a mudarse a C apital, y le consigue trabajo como vendedor en un emprendimiento inmobiliario en Palermo.
Sin experiencia en ventas, pero sin otras alternativas a la vista, Diego se instala en el Showroom del edificio en construcción y de a poco se va acostumbrando a la fauna que visita el lugar.
El instinto de vendedor no tarda en aparecer, y Diego se convierte en un autómata capaz de hacer cualquier cosa para vender: aprende a ser falso, a mentir, a decirle a la gente lo que quiere escuchar, a ser desleal con la competencia, y prácticamente termina viviendo en el lugar con tal de no perder horas de trabajo y posibles clientes. Así, se aleja cada vez más de su familia, quienes a pesar de la mala predisposición ante la mudanza han construido una nueva vida en el lugar.
La historia es una radiografía de estos tiempos en que perseguimos como locos aquello que se supone que debemos tener, y perdemos contacto con lo que tenemos.
El protagonista se acostumbra tanto a aparentar lo que debe ser, que finalmente termina olvidando quien es y como se siente.
Diego Peretti interpreta muy bien a este exponente de la clase media, con miedo a convertirse en un habitante del conurbano, en esta película donde todo gira en torno a su interpretación, pero donde también los actores secundarios realizan muy buenas interpretaciones, especialmente Roberto Catarineu, como un tío paternal y experto en ventas.
Fernando Molnar logra muy buenos resultados en su primer filme de ficción, luego de su larga experiencia en documentales. Con una minuciosa construcción de la realidad, construye esta historia sólida, tragicómica, un tanto moralizante al final, pero con un muy buen guión.