Adiós, irreverencia, adiós
Si tuviésemos que poner un ejemplo de cierta mediocridad cinematográfica que de vez en cuando arrastra su medianía por sobre nuestras queridas pantallas, la insulsa Shrek para siempre (Shrek Forever After, 2010) nos caería como anillo al dedo. Ya no podemos más que confirmar que DreamWorks se quedó sin imaginación, entró en piloto automático y/ o simplemente decidió abandonar la lucha por la supremacía en el mercado internacional de la animación infantil: el supuesto final de la franquicia apenas si despierta un par de sonrisas con una premisa muy deudora de ¡Qué bello es vivir! (It''s a Wonderful Life, 1946).
Quizás pocos lo recuerden pero las peripecias del ogro más famoso comenzaron en 2001 con un film sumamente interesante que combinaba comedia directa, tono satírico y múltiples referencias a los cuentos de hadas y la literatura para niños. Su primera secuela del 2004 aplicó con destreza la doctrina hollywoodense por antonomasia: maximización general en cuanto a escenas de acción y personajes más alguna que otra vuelta de tuerca narrativa. Considerando estas dos piedras angulares de la década nadie se esperaba ese traspié mayúsculo que fue la desapasionada y fofa Shrek Tercero (Shrek the Third, 2007).
Ahora nos venimos a enterar que aquello no fue un accidente aislado sino un verdadero motivo de alerta: cuando en una saga llega el momento de reflotar el viejo latiguillo de “qué pasaría si…”, estamos ante la inminente desaparición del acompañamiento popular debido a la falta de ideas, el humor cada vez más esquemático y la tendencia a desaprovechar las distintas vertientes que el mismo relato propone. Todo esto acontece en Shrek para siempre de una forma bastante peculiar ya que a pesar de la pérdida casi completa del encanto original los protagonistas aún hoy conservan algo de vitalidad y podrían haberse lucido.
Más allá de la nulidad del realizador Mike Mitchell y los guionistas Josh Klausner y Darren Lemke, un puñado de marionetas incompetentes al servicio del estudio, lo que más molesta es el carácter impersonal del convite, como si una trama predecible y un villano sin energía indicaran que la edad del público a captar bajó significativamente (o tal vez el coeficiente intelectual de los espectadores, vaya uno a saber…). Este Shrek en plena crisis de los cuarenta no convence y para colmo los mejores chistes estaban “resumidos” en el trailer. Las brujas bailan al ritmo de Sure Shot de los Beastie Boys pero la irreverencia se agotó…