Tensión y nervio en un vigoroso thriller
Quienes conocen el cine de Denis Villeneuve (Incendies, La sospecha, El hombre duplicado) ya saben de la sobrecogedora tensión que es capaz de imponer a sus relatos, de la depurada concepción de sus imágenes (en este caso con el aporte invalorable del maestro Roger Deakins) y de la precisión de su montaje (aquí, a cargo de Joe Walker), factor decisivo para la generación de un suspenso que administra con probada destreza. También, claro, de la intensidad de sus oscuras historias de una violencia no necesariamente sobrecargada, si bien en una escena clave en el comienzo de este relato sobre la guerra contra el narcotráfico hay imágenes de estremecedora crudeza. Cierta ambigüedad moral y la voluntad de proponer desenlaces que desafían las normas de Hollywood son otros elementos que cabe esperar del realizador canadiense.
"Qué estoy haciendo yo aquí?", se preguntará más de una vez Kate Mercer (Emily Blunt, excelente), y tiene por qué. Como agente del FBI en Arizona asignada a casos de secuestros, ha asumido la misión de liberar a rehenes de un poderoso cartel en la zona próxima a la frontera mexicana, pero lo que allí descubre (la impresionante escena clave aludida) es mucho peor y terminará comprometiéndola como voluntaria, a ella y a su compañero, con la excusa de perseguir a terroristas cuyas bombas están matando norteamericanos, aunque en realidad se trata de la guerra contra el narcotráfico. Lo que no le dicen es que sus métodos distan bastante de lo admitido por la ley, que poco respetan la justicia y las jurisdicciones en las que ella cree ciegamente, y que el acuerdo que ha asumido (quizás en una decisión demasiado ingenua) podrá forzarla a traicionar sus valores morales y éticos.
El comando especial es dirigido por un agente del gobierno bastante sospechoso (Josh Brolin) y también lo integra un presunto fiscal de origen colombiano más misterioso todavía (Benicio del Toro), que además tiene razones personales para involucrarse en esta operación conjunta de la CIA, la DEA y el FBI.
No hay mayores diferencias entre los que están de un lado y otro de esta especie de guerra clandestina. Los narcos pueden amar y proteger a sus familias; los agentes federales torturar y matar sin titubear. La siempre peligrosa idea de que el fin justifica los medios sobrevuela la película, pero Villeneuve parece preferir distraerse de ella y dar preponderancia a la calidad formal de un film que desde su concepción apuntaba alto (por algo compitió oficialmente en Cannes) y que no admite tiempos muertos. El canadiense supo extraer lo mejor de cada uno de sus colaboradores, desde el libro firmado por un actor, Taylor Sheridan, que hace un más que interesante debut como guionista, hasta el músico islandés Johan Johansson, que mucho contribuye al tenso clima del relato, y por supuesto todo el magnífico elenco encabezado por el brillante trío central. Algo para destacar y que también lo diferencia de la producción habitual de Hollywood: Villeneuve no se pone límites a la hora de exponer la violencia, pero tampoco la celebra.