En 2005, Robert Rodríguez realizó una película basada en un comic pero respetando fielmente -a niveles enfermizos, por momentos- cada viñeta. La Ciudad del Pecado (título argentino de Sin City) tenía como fuente la creación de Frank Miller, a quien el responsable de El Mariachi tuvo la amabilidad de ofrecerle la co-dirección. El resultado: cine negro puro y duro, producto de la fusión entre el séptimo y el noveno arte. Además, el casi total uso de pantalla verde para trasladar el poderío visual de los dibujos inspiró a producciones como 300, de Zack Snyder, también sobre material de Miller. Debido al éxito, enseguida fue anunciada una secuela para 2006. Los años fueron pasando, al igual que los rumores, hasta que por fin Rodríguez y Miller encontraron tiempo para llevar al público a un nuevo tour por este infierno urbano.
Sin City: Una Mujer para Matar o Morir replica el mecanismo y las formas de la primera parte: historias repletas de violencia, antihéroes, violencia, villanos, mugre, violencia, sexo, violencia, venganza, más violencia, corrupción, y más y más violencia. Marv (Mickey Rourke) vuelve a erigirse como la figura más icónica; representa lo más oscuro y horrible de esas calles y bares, pero también el costado más humano, ya que aún conserva códigos y puede aplastar cabezas si sus amigos -o algo parecido a amigos- están en problemas.
Los directores vuelven a lucirse con secuencias de acción, tensión y erotismo, adornadas por los recursos ya vistos en los cuadritos y en el film anterior. Sin embargo, el uso de la fotografía blanco y negro (con colores en momentos y detalles específicos, como ojos y labios), las persecuciones de pura fantasía y las matanzas ya no representan ninguna novedad. De hecho, esta impronta también se agotaba rápido en La Ciudad del Pecado, pero es gracias a la solidez de las tramas y el desarrollo de los personajes que la película nunca decae. Rodríguez no pretende revolucionar el cine; su prioridad es jamás aburrir. Él es un gran fanático del cine y filma lo que todo fanático anhela: sangre, disparos, explosiones, mujeres sensuales (y sexuales). Grandes espectáculos con actitud.
Las novedades sí vienen por el lado de los pecadores. Por un lado, los actores que reemplazan a otros en los mismos personajes. Josh Brolin ingresa por Clive Owen en el rol de Dwight, un fotógrafo ágil y fuerte… hasta que se topa con amores asesinos. Un caso similar es el de Dennis Haysbert, quien retoma el papel de Manute, antes encarnado por el fallecido Michael Clarke Duncan. En cuanto a las incorporaciones, Joseph Gordon-Levitt hace de un joven apostador que busca a su padre, y no precisamente para darle un abrazo. Eva Green se roba cada escena, dando cátedra de femme fatale; aparece desnuda en el 80% de su tiempo en pantalla, siempre imponiendo una personalidad que nada tiene que envidiarle a las chicas malas más legendarias, empezando por Lana Turner.
También hay más participación de actores poco vistos en la película anterior. Tal es el caso de Powers Boothe, quien revalida su condición como uno de los mejores secundarios de los últimos 30 años. A la inversa, Bruce Willis tiene una mínima participación aunque crucial.
A pesar de sus excesos y de un estilo que ya no asombra, Sin City: Una Mujer para Matar o Morir conserva la potencia. Otro ejemplo de que Robert Rodríguez puede hacer las películas que quiera, como quiera, y dentro de Hollywood. Al ser tan inquieto, pronto regresará con más pecados, machetes, mariachis y alguna sorpresa.